Cascos azules de la ONU patrullan en Abidjan, capital de costa de Marfil.
Al fondo, en un cartel azul se leen las declaraciones de una niña:
"Tengo 9 años y nací durante la guerra. Ahora, quiero crecer en paz". Fuente: AFP
De momento, el líder de la oposición y autoproclamado presidente electo del país, Alassane Ouattara –quien cuenta con el apoyo de toda la comunidad internacional sin excepciones-, ha declarado una huelga general para mañana martes y la Comunidad Económica de Estados del África Occidental, la CEDEAO, ha amenazado con el uso de la fuerza en caso de que el actual presidente, Laurent Gbagbo, no deje el poder.
La situación es todavía muy confusa y si, por un lado, el historial de Gbagbo le hace totalmente desconfiable, también es cierto que la actuación de las partes implicadas se antoja, por decirlo de alguna manera, sospechosa. ¿Por qué? Pues básicamente porque los conflictos post-electorales son más que frecuentes en África y nunca la Comunidad Internacional se ha mostrado tan interesada ni claramente posicionada, como en esta ocasión –llegando hasta el punto de que Francia bloquee el avión de un jefe de gobierno- a favor de uno de los candidatos. La unanimidad es tan apabullante que lleva a preguntarse si no habrá alguna mano negra –probablemente la francesa- intentando desalojar del poder a un presidente poco seguidista de sus políticas.
No lo sabemos y probablemente necesitaremos de un Wikileaks para saberlo en un futuro porque, como dice Juan Carlos Acosta, “hablar de lo que está pasando ahora mismo en la ex capital marfileña, Abiyán, y en las principales ciudades y pueblos de Costa de Marfil es cosa de locos”.
Porque no se trata sólo de papeletas en las urnas O de porcentaje de votos, el enfrentamiento es mucho más profundo, como bien explica Ramón Lobo en Aguas Internacionales:
El conflicto de fondo no es étnico -aunque tiene elementos peligrosos con los mende y kran que afectan a Liberia y Sierra Leona-, sino económico. Un tercio de la población es de origen extranjero, trabajadores que acudieron a las plantaciones de cacao en busca de trabajo. La mayoría son musulmanes y viven en el centro y norte del país. Proceden de Burkina Faso, Malí, Benín y Ghana. Bédié se inventó una identidad marfilense, la ivorité, con el fin de separar los auténticos costamarfilenses, cristianos y animistas del sur, de los inmigrantes musulmanes.
Costa de Marfil hace frontera con cinco países:
Liberia, Guinea, Mali, Burkina Faso y Ghana,
todos susceptibles de verse afectados por la
inestabilidad que provocaría una guerra./ The Economist
Un poco de historia
Durante más de tres décadas, Costa de Marfil se perfiló como la joya de África Occidental y deslumbró como el motor económico de la zona mientras que los países vecinos, inmersos en la penuria y el desgobierno, envidiaban la estabilidad y el crecimiento económico de los marfileños.
Bajo la dictadura benevolente de Félix Houphouët-Boigny, quien dirigió el país desde la independencia de Francia en 1960 hasta su muerte en 1993, Costa de Marfil prosperó enormemente, aunque siempre con un puñado de extranjeros moviendo los hilos por detrás, a menudo a favor de Francia.
Una vez muerto el 'padre de la nación', el país tardó poco en sucumbir a los golpes de estado, el caos y la división étnica. A pesar de seguir siendo el mayor producter mundial de cacao, la economía se hundió brutalmente y en 2002 comenzó la Guerra Civil. Para entonces, el presidente era ya Laurent Gbagbo. Fueron cinco años de conflicto, que llegaron a su fin en 2007. El acuerdo de paz preveía la celebración de elecciones, que han sido pospuestas en diversas ocasiones. Finalmente, se celebraron en noviembre de este año, 2010, dando como resultado la situación actual.