Ayer al atardecer, en el bar de copas Pipol’s, Ramón Santafé vio algo que tardará mucho tiempo en olvidar. La tragedia ocurrió después de que una mujer a la que había hecho ojitos en la barra le correspondiera con una sonrisa y le hiciera señas para que la acompañara a uno de los reservados. Al llegar allí, la señora se subió la falda con picardía para mostrarle a Ramón “algo parecido a Mordor”, en palabras de la víctima. Ésta salió huyendo del local dejando a la mujer con la falda subida: “Estuve corriendo bajo la luz de la luna mientras mi mente intentaba escapar de aquel caos de imágenes horribles”, explica Santafé.
Según Ramón, “la boca misma del infierno, allí de donde ningún hombre ha vuelto con vida, es algo a lo que pocos humanos se han enfrentado”, por lo que se siente afortunado pudiéndolo contar. Admite, eso sí, que pese a lo espeluznante de la visión, se sintió tentado durante un segundo de “alargar mis dedos y tocar esa superficie inexorable y fría, en cuyo fondo podía divisarse el siempre vigilante ojo de Sauron”. Sin embargo, no sucumbió al abismo y pudo huir y conservar la cordura “dentro de lo que cabe”.
Ramón admite que necesitaría usar un idioma “demasiado arcano y horrible” para definir con precisión “la puerta negra” que encontró bajo los ropajes de aquella señora. “Y, francamente, es un idioma que preferiría no usar ahora mismo, pues conduce a la locura a todo aquel que pueda llegar a oírlo”, sentencia.
Aunque la mujer le dijo a Ramón que tenía “cuarenta y pocos”, él asegura que lo que vio tiene un origen recóndito y que podría ser incluso anterior a la existencia del hombre, por lo que no descarta que la señora mintiera con la edad. ”Sólo espero que esa cosa vuelva a la oscuridad de la que procede y que no vea la luz jamás”, concluye Santafé claramente afectado.
Publicado el 10 de Marzo de 2011 por Kike García