Revista Viajes
El tiempo en su vaivén infinito se calza diversos colores, se viste diferentes atuendos para entrar en el corazón humano, en el sentimiento de los que lloramos y reímos por las diminutas sucesiones de acontecimientos.
El invierno de texturas pálidas y sinfonías confusas está llegando a su final en este marzo azul. El invierno con sus banderas de victoria en las cumbres llama a forjar la voluntad entre la fortaleza hirsuta de la enmarañada nieve y la piedad solar del mediodía que ofrece treguas para que nuestras manos puedan estar calientes en medio de este rigor.
Desde el Camino del Palero se extiende la blancura de la nieve hacia los Tubos de Hierro y la Cuerda Larga.
Lo acompaño en el camino con sus crampones montaña arriba sin temor a los titanes; él mismo es una fortalecida cencellada musical de luminosa inmensidad más allá de las horas de un calendario porque es risa de titanes en la tormenta y sonrisa cálida de niño con el sol de la mañana. Se nos va el invierno montaña arriba a esconder su soledad en algún secreto hueco de la sierra donde las tormentas hibernan y se fortalecen para cuando el hada de los meses solicite de nuevo su baile.
¿Y si se le acabara el tiempo al tiempo? ¿Y si el invierno se quedara sin invierno? ¡Ay, cuánta lágrima de blancura encierran estos meses que ahora se deslizan hacia otro momento! Otro momento, otro momento es lo que nos concede la tierra a cada instante para que miremos más allá del infinito entre horizontes blancos hasta que juntos pongamos copos tiernos en esta tierra. Otro momento para aguzar la mirada en ojos tiernos y poner semilleros de paz en este suelo.
Desde la Najarra la vista cumbrea por las cimas de la Cuerda Larga y continúa más allá por el mundo entero en espera de tiempos de paz.
La tierra es una inmensa flor de piedra blanca, una limpia pupila que acaricia el alma entre la tormenta y la pausa.
Es momento de meditación interrogante. Tal vez la pausa de la vida escondida bajo el hielo sea un gañido fiero para que la naturaleza entera recobre la variedad de los colores y de los sentimientos, de los rostros y los pensamientos. Gotean las hojas los últimos copos del invierno y yo me encaramo a sus ramas para despedirle hasta pronto porque hemos aprendido la calma de la savia dormida, de la lentitud del paisaje.
Subido a las ramas de este roble rebollo despido al piadoso invierno y oteo a lo lejos para observar si se asoma la primavera por algún vallejo.
Javier Agra.