Bueno. Llevo un tiempo con marejada fuerte. Intensidad, cosas muy buenas, cosas reguleras con las que he ido navegando. Con la suerte de haber podido usar herramientas que han ido ayudándome a seguir a flote y mirar al horizonte con esperanza. Es cierto que el mar sigue duro. Veo muchos barcos sobreviviendo a duras penas. Ayudo como puedo, en lo que puedo. No sé si sirve de algo. Pero lo intento. Y en estos días me he acordado de otra época de marejada, hace veinte años, en la que todo parecía imposible y acabó encaminándose.
Una mezcla de esfuerzo y suerte. Y ayer publiqué esto en una red social, intentando ser optimista, como lo fui entonces:
"Se me ha metido en la cabeza que quiero una cesta de Navidad. Igual porque una vez me tocó una y me sentí rica. Ese año (2001) me mudé a Tenerife, encontré un buen curro y me compré mi primer coche (un VolsWagen polo del 85 de segunda -o quinta- mano, por 100.000 pesetas). Contra todo pronóstico, la misma semana en la que me tocó la cesta, el coche había pasado la ITV. Fue un buen año. Me sentía afortunada. (Luego el coche palmó en 2005, el pobre). Pero recuerdo la emoción. El vértigo. Sentir que todo iba a ir bien. Como ahora".
La cesta de la compra está imposible, los 1.000€ son los nuevos 500€. En apenas unos meses la gente con trabajo no llega a fin de mes, sobrevivir se ha vuelto insostenible. Gente que antes vivía ahora sobrevive.
Mientras, por el camino, hay otra gente enriqueciéndose a costa de la penuria de los demás. Debería darles vergüenza.
Cuesta ser optimista ante un panorama de egoísmo rampante... Por mi parte, intentaré seguir soñando con que todo va a mejorar.
Cruzo los dedos por todos. Ojalá nos tocara una cesta, ¿verdad?
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