Revista Maternidad

Seamos serios

Por Lamadretigre

Seamos seriosHoy me voy a poner muy seria. Este es un tema al que ni puedo ni quiero verle la vis cómica. Estoy indignada. Mucho. No se puede utilizar la tragedia ajena para agitar a las masas. Es indigno jugar con el dolor de otros para que nos tiremos de los pelos y se nos quiten las ganas de protestar por lo demás.

En materia de aborto yo tengo mi propia postura genérica que no me atrevería a imponerle a nadie.  Por razones obvias yo me inclino hacia la protección del bebé. Creo que se debería fomentar el que los bebés no deseados se den en adopción si el padre o la madre no pueden o no quieren hacerse cargo. Entiendo que esta es una decisión que exige un sacrificio muy superior de la madre pero también confío en que la extrema bondad de la misma pudiera inclinar la balanza.

Por mi propia experiencia como madre y por mis vivencias en mis embarazos también tengo una idea muy mía de cuándo mis bebés han dejado de ser células dividiéndose para convertirse en mis niñas. Sin embargo aquí entramos ya en disquisiciones filosóficas y religiosas de cuándo la vida es vida y qué vida, y jamás osaría yo imponerle mi criterio a nadie. Entiendo que hay un periodo en el que es razonable pensar que el óvulo fecundado no es tan distinto del esperma y el óvulo justo antes de fecundar y que quizá hay una ventana donde parece plausible que un aborto temprano pueda ser de libre elección.

Para decidir cuál es esta ventana ya están los expertos, los comités o a quien competa. En mi caso mis padres me brindaron una formación sexual suficiente para que el día que la que suscribe decidió que ya era el momento de estrenarse tenía ya también decidido que era capaz de asumir las consecuencias que de dicho acto podrían derivarse.

Dicho esto desconozco el contenido exacto de la actual ley del aborto. Pero si procede hacer una revisión de la misma entonces Excelentísimo Señor Ministro póngase manos a la obra. Revise lo supuestos, sopese los pros y los contras y proponga una maldita reforma. Con sus casos, sus supuesto y sus salvedades. Explícitos. Defina usted entonces qué es una malformación grave y cuáles son a su juicio lo suficientemente graves para constituir un posible supuesto de aborto. Remánguese las mangas y métase en ese fregado y entonces verá si María y Paco y su bebé de veinte semanas con una terrible malformación incompatible con la vida se merecen que les llame usted los concibientes y el concebido y los meta en el mismo saco de unos teóricos señores, que dicho sea de paso dudo que existan, que quieran abortar un bebé porque resulta que no es rubio.

No señor. No se puede salir a la palestra a decir que una malformación ya no será una causa de aborto como si aquello fuera un caso único que uno puede ventilarse de un plumazo. No señor. Cuando a usted se le llena la boca hablando de los derechos de los concebidos que no pueden ser discriminados porque tengan algún tipo de minusvalía o de malformación como si estuviéramos hablando de narices aguileñas tenga muy en cuenta que está usted prejuzgando a miles de padres en situaciones horribles, deshechos por tragedias inenarrables, viviendo situaciones por las que nadie debería pasar. Considere usted antes de abrir el saco para meterlos a todos dentro que hablamos no sólo de niños con trisomías veintiuno sino también trisomías trece y dieciocho y otros síndromes terribles. Muchos niños que por desgracia no sobrevivirán de ninguna de las maneras. Y piense también en el inmenso dolor de los padres antes de abrir la boca para decir vaguedades.

Ignoro si procede o no hacer una revisión de la actual ley del aborto. Lo que tengo claro es que es un tema demasiado delicado como para no tratarlo con todo el respeto que se merece. Hay veces que no se puede ni se debe generalizar.


Filed under: Hipocondría de vivir y otras obsesiones, Uncategorized Tagged: Hijos, Ley del aborto, Madres, Niños, Padres, Salud
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