— Seamos sinceros, las calles no están hechas para ir cogidos de la mano. En una ciudad media, con aceras de ancho medio, caminar de esta forma impide el paso a los transeúntes con más prisa que nosotros, que intentan adelantarnos, sortearnos de una forma ridícula y torpe. Y además, alguno de los dos tenemos que ir esquivando las farolas, las papeleras, los árboles y a los que vienen de frente.
— Supongo.
— Disfrutar de un paseo así es todo un inconveniente para los demás peatones, que no tienen culpa de que ese día, tú y yo, hayamos decidido obstaculizar la vía. Y también es un inconveniente para nosotros mismos. Intentar llevar un mismo ritmo se hace complejo, antinatural, provoca que choquemos nuestros hombros y que nos cueste mantener la dirección recta del paso.
— No lo había pensado.
Málaga. Fuente: diariosur.es
— Y qué decir de las manos, que comienzan a transpirar pasados unos minutos, quitando todo el romanticismo a la escena y generando una situación incómoda, una disyuntiva entre soltarme de tu mano por higiene y parecer desconsiderado, y seguir tomándola para parecer detallista aunque descuidado.
— A mí no me importa.
— Pero a mí sí, me da vergüenza. Además, se hace difícil caminar cómodamente, los brazos que tenemos unidos se balancean a la vez, pero los exteriores lo hacen al ritmo que marcan nuestras piernas, las tuyas y las mías, que no tienen por qué llevar el mismo compás. El resultado es un vaivén absurdo, asimétrico.
— Creo que empiezo a notar esa incomodidad de la que hablas.
— ¡Por supuesto! No me malinterpretes, es justamente eso, una cuestión de comodidad. Y cada vez que uno se detiene a ver el escaparate de una tienda, o se desvía del rumbo sin previo aviso, es un tirón del brazo que se lleva el otro.
— Es posible que tengas razón. O a lo mejor es algo que te molesta más a ti que al resto del mundo.
— De ninguna manera: es así. Pero la mayoría nos resignamos porque pensamos que así seremos más atentos. Como cuando dormimos en una posición enrevesada sólo por abrazar a nuestra pareja, aunque estemos deseando girarnos hacia el exterior de la cama.
— Bueno, eso es diferente, dormir implica adoptar una postura cómoda.
— Es posible pero, volviendo a las aceras, es indiscutible que las calles no están hechas para andar en paralelo. Seamos sinceros, no están preparadas para cuatro pies que avanzan de forma simultánea, son caminos demasiado estrechos. Hay un exceso de pies o una falta de camino.
— Seamos sinceros, tal vez sobren dos pies en tu camino.