Lugar: Círculo del Arte. Toledo
Fecha: 29 marzo 2014
Asistencia: 500 personas
Artistas Invitados: Clara Plath
Precio: -
Músicos: Sean Frutos (cantante), Jorge Guirao (guitarra), Javi Vox (guitarra y teclado), Fran Guirao (batería) y Nando Robles (bajo)
Sacrosanta noche toledana autodestructiva
La egregia figura de Sean Frutos ciertamente es digna actualización de los espigados cánones de Doménikos Theotokópoulos, el artista anteriormente conocido como Prince, aka Snoop Lion o como quiera que se hiciera llamar ahora en el puto siglo XXI, en el que desde Murcia se envían claras señales sónicas de que lo ciertamente necesario es rodar, sudar, guerrear, emocionar, poner las entrañas sobre la mesa, despedazarlas, olisquearlas y pisotearlas danzando como mandriles.
Y como es de cretinos eternizarse en el abismo, la obligada celebración convierte el Círculo del Arte de Toledo (una preciosa vieja iglesia adaptada para la música en directo) en el lugar más trendy del mundo, uno de esos sitios que los oriundos de Williamsburg mejor que no sepan que existen, pues de puro gozo fenecerían si consciencia tuvieran. Y desde el Toledo bueno, o sea, no el de Ohio, Second cierran el círculo artístico mandando un mensaje a todo el universo: estamos aquí hoy y ahora acuchillando corazoncitos y pateando culetes.
La cuestión es que por circunstancias astrales que no viene al caso explicar, a las 22:20 horas del sábado 29 de marzo de 2014 estamos predispuestos para degustar todo lo bueno que Second (la banda que siempre merecerá más) tiene que ofrecer no ya al universo, sino al común de los mortales en el que un latido mande. Con su épica, con su grandilocuencia, pero también con su meneo festivo, con su brindis a la luna, con su rincón exquisito y con su dentuda e incisiva forma de entender la música.
Presentando su más reciente disco, 'Montaña Rusa', la formación murciana asalta una Toledo greco romana con '2502', 'Psicopático' y una muy funkera 'Antiyo' (mi mejor versión) con el bajo de Nando trotando en plan salvaje. 'Mañana' abre camino a la robustérrima épica de 'Muérdeme', que convierte este antiguo lugar sagrado en un bendito antro del rock de estadio de gargantas sangrantes. Y no, no voy a reiterar que Second están predestinados a los grandes recintos, más que nada porque es una obviedad que sienten todos y cada uno de los asistentes a sus recitales. Eso ya lo sabéis, vaya.
La 'Montaña Rusa' prosigue zumbona con la lánguida 'Más Suerte' y la zarandeante 'Caramelos Envenenados', antes de que 'Las Serpientes' se nos cuelen por los bajos de los pantalones y, ya sin marcha atrás, a tumba abierta arrojemos nuestros doloridos monederos que, cual caja registradora en sentido inverso, a la cordura infructuosamente nos llaman. Dicho en castellano clásico, perdimos, perdamos, perderemos gustosamente los papeles, caramba.
Eso sí, con 'Rincón Exquisito' nos paramos por un instante pues el planeta deja de girar momentaneamente para detenerse a escuchar una de las canciones que necesariamente debieran aparecer entre lo más lustroso del pop rock español de todos los tiempos. Joder, que ensalzamos a los fósiles pero no nos enteramos de lo que pasa ante nuestras narices. Pero los presentes en el Círculo del Arte lo saben, lo degustan, lo disfrutan, casi lo sufren de tan claro que lo tienen. Momentazo enorme y ya.
La 'Montaña Rusa' prosigue la senda heróica con 'La distancia no es velocidad por tiempo', antes de venirse ligeramente abajo con 'La Barrera Sensorial' interpretada en versión Johnny Cash con banjo incluido. Volvemos a subir con la máquina a pleno rendimiento en 'Lobotomizados', para después descender dramáticamente con 'Nada' y resubir bufando con 'Autodestructivos', poniendo colofón a una velada consistente al tiempo que desafiantemente variopinta.
Tramo final ya a (toda) velocidad de crucero para 'Si todo se oxida' (con pequeñas dosis sí letales), antes del enésimo sudoroso subidón final con la croqueta trotona de 'Rodamos' y todo el personal dándose cabezazos contra las paredes del sacrosanto lugar mientras no pocos santísimos se revuelven en sus tumbas. Ruedan, en definitiva, quieran o no, sin saber por qué. Y les gusta.