
"La hermana Beatriz corre a lo largo del oscuro pasillo. Al fondo, una grieta que arroja luz le marca el camino hacia la cocina. Entra a toda prisa y baja el interruptor".
Los premios me atraen, lo reconozco. Unas veces me gustan y otras no, pero termino por acudir a ellos, máxime si, como es el caso, ya conozco las letras del ganador. Hoy traigo a mi estatería virtual, Secretos.
Nos trasladamos a Los cipreses, una urbanización de nivel medio/alto de Murcia. Allí vive Ana, abogada, junto a su marido Javier y sus dos hijas. Es un vecindario perfecto con setos iguales, coches limpios y vecinos sonrientes en el que parecen no entrar las miserias diarias de las calles comunes. Entonces llega una nueva vecina llamada Helen y, como si fuera portadora de algún viento nocivo, las cosas en Los cipreses empiezan a complicarse.
Desde Salem's Lot hasta Mujeres desesperadas pasando por Personal Vacancy, las historias de pueblos o vecindarios reducidos ya sean pueblos o urbanizaciones, han sido algo habitual en literatura y televisión. Los cotilleos, las apariencias y las camas son una fuente de entretenimiento tan habitual, que incluso en la vida real llenan parrillas televisivas y ese parece ser el camino elegido por Tristante, al que yo conocía por sus estupendas novelas protagonizadas por Víctor Ross.
En esta ocasión y tras un desconcertante primer capítulo que despertó mi interés, Tristante se queda en 2015 para contarnos la vida de un vecindario y cómo se ve alterado por la llegada de una vecina. La novela asume el papel critico contra las apariencias y coloca a un personaje malvado que se dedica a destapar los fingimientos vecinales sin convertirla por ello en heroína. Es más, ya en las primeras páginas la coloca disfrazada y hace que se autodefina como malvada. De hecho, Tristante simplifica la trama hasta convertirla en una suerte de comadreo vecinal orquestado con algún motivo concreto que el lector no alcanza a adivinar, casi ni al terminar el libro. No significa esto que no lo explique, pero explicar algo no significa que sea suficiente o válido y en esta novela he encontrado muchos puntos que me pedían no plantearme los motivos y seguir adelante. Los personajes, desprovistos de complejidades, se dejan manejar por el escritor y por el narrador, por otros personajes y casi por cualquiera que hable con ellos, consiguiendo que nos planteemos si no estamos en un patio escolar y no en una zona residencial. La homogeneidad en la narración ya sea en los tonos o en las apreciaciones del narrador que a veces parecen salidas de la boca del personaje que estuviera hablando en ese momento, confieren a la obra un tono de teleserie que es imposible de obviar para el lector. De hecho, si tuviera que describir esta novela en una sola palabra, esta sería superficial.
El libro busca la lectura ágil, el entretenimiento fácil, y cierto es que toca muchos temas, no se para un momento en descripciones y no complica la vida al lector, pero, en mi caso, me he quedado con la sensación de parloteo. Sinceramente, esperaba más. Secretos se ha quedado muy corta.
Comenzaba hoy hablando de los premios literarios y de la poca garantía que suponen para el lector a la hora de elegir su próxima lectura. De hecho no hay más que echar un vistazo a la lista de los otorgados en lo que va de año para comprender estas dudas. Y vosotros, ¿os fijáis de los premios literarios como para elegir lecturas en función a ellos?
Gracias.
