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Hilda PonteEn la mañana corremos para llegar antes de que cierren las puertas de la Universidad, supone levantarse mucho más temprano de lo acostumbrado y la angustia de no llegar a tiempo, quienes tenemos un trabajo delicado y de tanta responsabilidad como es la de atender enfermos, sufrimos más esta restricción de nuestras actividades, pensamos en las personas que tienen meses para lograr una cita y los seres humanos que cuentan con llegar a la emergencia para ser atendidos, muchas veces después de recorrer otros hospitales donde por el problema actual, no hay médicos. Al llegar a las puertas de la UCV, después de una cola descomunal de dos horas no nos dejan entrar ni siquiera después de explicarles nuestra situación, con nosotros está un grupo de personas arrastrando sillas de ruedas, bastones, muletas, personas mayores llevados del brazo y que si logran pasar la puerta tendrán que caminar más de doscientos metros y llegarán para no ser atendidos pues el personal está afuera en la horrenda cola. En ninguna parte del mundo ni aún en los países en guerra, los hospitales se cierran a la población, se abren caminos que hasta el enemigo respeta, entonces nos preguntamos ¿Dónde están los Derechos Humanos?, que seguramente esta gente, que protesta por sus reivindicaciones, enarbola con su bandera; por qué no buscan los verdaderos responsables de sus problemas y les hacen sufrir por sus incompetencia y no condenan a esta cantidad de inocentes quienes no tienen responsabilidad de nada. Desde mi carro llamé a la Fiscalía y me contestaron que era asunto de la Defensoría del Pueblo, llame a estos y me dejaron esperando. Llegó una señora que recién había sido dada de alta después de dar a luz, con el niño en los brazos, ningún carro se podía acercar a las pertas de hospital para buscarla, y pensé ¿cuánto más habrá que no puedo comprender?. ¡Dios mío!… No hay justicia. [email protected]