Revista Cine
Nacido en Johannesburg, Sudáfrica, en el año 1892, el joven Philip St. John Basil Rathbone alcanzó con el tiempo un físico impresionante para su época, pues su altura (casi metro noventa) y su corpulencia acompañaban un rostro afilado y varonil, con esa clase de miradas que a uno le dejan helado y (supongo) a más de una derretida sobre todo cuando con su profunda, melodiosa y bien cuidada voz se disponía a recitar cualquier texto clásico.
Porque nuestro protagonista de hoy, que alcanzó fama y merecido reconocimiento con su nombre artístico de Basil Rathbone, sin duda alguna fue un gran actor al que la suerte -tan injusta en ocasiones- primero le redujo a secundario de lujo, contrafigura malvada de grandes héroes y luego, cuando alcanzó justo protagonismo, le encasilló como quizá a ningún otro intérprete le haya podido suceder, dando por buena la conocida frase de "morir a causa del éxito".
Morir no fue el caso, pero sí una gran limitación de oportunidades.
Por la época que le tocó vivir, Rathbone llegó a participar en la Primera Guerra Mundial, licenciándose con reconocimiento a su valor; su vocación artística centrada en el teatro le permitió trabajar en las tablas escénicas londinenses donde interpretó a Shakespeare en Londres y sus éxitos le llevaron de gira ocasional a los ambientes de Broadway, de donde pasó a trabajar en el cine silente en el que su porte no podía pasar desapercibido de ninguna forma.
El advenimiento del cine sonoro le dió nuevas oportunidades porque su físico iba acompañado de una espléndida voz y una dicción propia de los actores teatrales de la escuela inglesa, toda una garantía.
Su facilidad como esgrimista le permitió alternar con grandes estrellas en la primera de una serie de grandes películas de aventuras, Captain Blood (1935) en la que se enfrentaba por primera vez, como el gran villano Levasseur al héroe incorporado por el afamado Errol Flynn, con quien compartiría cartel, tres años más tarde, en la no menos afamada versión de Las Aventuras de Robin Hood, donde Rathbone daba cuerpo a Sir Guy de Gisbourne.
En 1939 se enfrentó a otro grandísimo ladrón de escenas, Vincent Price, en un extraño duelo en Tower of London y aun tuvo tiempo de inaugurar una larga serie de interpretaciones de Sherlock Holmes en El Sabueso de los Baskerville y, en el mismo año, demostrar su versatilidad incorporando de nuevo a Holmes en Las Aventuras de Sherlock Holmes, cantando y bailando cuando Sherlock decide disfrazarse y hacerse pasar por otro, tal como ya vimos el miércoles pasado
Al año siguiente, 1940, vuelve a interpretar a un malvado espadachín, el capitán Esteban, en El Signo del Zorro, donde se ofrece como contrafigura malvada del héroe incorporado por Tyrone Power, de nuevo en una película clásica y mítica donde las haya.
Pero el éxito obtenido por su interpretación de Sherlock Holmes (para este comentarista, el mejor de la historia del cine habido y por haber) le encasilló de mala manera y limitó las oportunidades de representar otros caracteres, ya que el público espectador no podía olvidar tan fácilmente su enorme identificación con el héroe que vive en Baker Street.
Aun así, la carrera de Rathbone es más variada de lo que podemos recordar en un instante, pues alcanza la friolera de ciento veinte interpretaciones desde 1921 hasta 1968. Rathbone dedicó buena parte de su tiempo al teatro, donde obtuvo grandes reconocimientos en Broadway, y le sobró tiempo para intervenir en toda clase de proyectos.
Por ejemplo, en una versión de un relato de Charles Dickens, rodada en 1958, que puede verse entera siguiendo estos tres enlaces:
Scrooge de Charles Dickens
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Tres años antes, en 1955, contando pues con sesenta y tres años, todavía fue capaz de reirse de sí mismo mientras ofrecía su última clase de esgrima en The Court Jester (1955), cuya escena todavía causa admiración a los entendidos en el arte del florete por su destreza.
Puede que alguien pretenda reducirle al gran esgrimista que fue (a pesar de no haber ganado nunca una lucha en pantalla) pero a buen seguro que, escuchar su magnífica voz como rapsoda despejará no pocas dudas acerca de su enorme talento como actor: a buen seguro, los grandes héroes que triunfaron venciéndole jamás hubieran sido tan grandes sin la presencia, como oponente, del magnífico secundario que fue Basil Rathbone.