En el ámbito sanitario el alivio de dolor es una demanda archipresente. Quizá por ello estamos muy familiarizados con el concepto de analgesia. Es menor la presencia de sedación fuera de prácticas quirúrgicas o de cuidados críticos por lo que no todos tenemos claro los matices de este término, máxime cuando se usa el compuesto sedoanalgesia en estos entornos.
Recurrimos primeramente al diccionario de la RAE para aclararnos. Analgesia es “falta o disminución de las sensaciones dolorosas, que no afecta a los demás sentidos”. Es decir, cuando se pretende eliminar, aminorar o mitigar el dolor se pueden usar fármacos o procedimientos analgésicos. Además, no se actúa sobre otros sentidos ni se pierde el nivel de conciencia. La sedación es el efecto de sedar, o sea, apaciguar, sosegar o calmar. No se establece una relación directa con el dolor. Y el Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina de España da cuenta de la confusión en el uso del término “sedante“, por su uso coloquial que lo equipara a “analgésico”.
La sedación no implica en ningún caso la pérdida de conciencia del paciente, lo que sí ocurre con la anestesia general que se provoca en algunas intervenciones diagnósticas y/o terapéuticas. El término anestesia hace referencia a la pérdida de todas las sensibilidades, inducida farmacológicamente o por enfermedad, de forma local o general.
Vemos que no es raro cierto grado de confusión si no atendemos a los términos con precisión. De hecho, se usan de manera incorrecta cuando se habla de sedación profunda en lugar de anestesia general. El manejo y las consecuencias de la sedación y de la anestesia no son los mismos, como expone A. Gironés Muriel en este enlace. Por ejemplo, con la anestesia general se precisa mantener la vía aérea y ventilación mecánica, mientras que con la sedación no.
Para los fisioterapeutas la finura en la distinción de términos y procedimientos puede ser relevante. A veces, el conocimiento del proceso, del grado de “adormecimiento” del paciente puede hacernos entender algunas de sus quejas posteriores. En el caso de las UCI, es fácil entender que el grado de sedación o los fármacos que relajan o actúan sobre el dolor pueden condicionar el grado de colaboración, la afectación neuromuscular o respiratoria del paciente. Por ejemplo, un paciente tratado con Ketamina, puede estar anestesiado pero preserva su capacidad respiratoria.
En definitiva, no es lo mismo estar sedado que anestesiado, aunque se puede estar “sedoanalgesiado”. En el caso de los pacientes críticos parece lógico pensar en la importancia del la dosificación adecuada para procurar el menor sufrimiento del paciente pero también para facilitar su colaboración durante el despertar y el destete de la ventilación mecánica. La colaboración interdisciplinar cobra si cabe aún mayor relevancia.