Revista Educación

See you soon

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El Mahout no tenía estudios. No hablaba otra lengua más que su malayalam natal y, puesto que nunca tuvo pensado salir de su pueblo, ni abandonar a su elefante en la vida, no había visto la necesidad de más conocimientos que los heredados de las arrugas de su padre.

Una mañana vio acercarse por el poblado a dos extranjeros ataviados de grandes bolsos y ojos desorbitados ante Sreehari que, impasible, dedicaba su tiempo a partir y deglutir las hojas de palmera que conformaban su desayuno. Reparó entonces en su indumentaria. Aquellas botas y sus ropajes nada tenían que ver con sus pies descalzos y el retal raído que rodeaba su cintura. Aun así, su mirada reflejaba simple expectación.

Los forasteros se le acercaron con intención de conversar, pero sus palabras no eran más que ruido a sus oídos. Se reía.

Al verles tan emocionados, se dedicó a mostrar las peripecias que era capaz de hacer con su elefante para impresionarlos aún más. Se colgaba de su trompa, se subía al lomo agarrándose a la cola, le ordenaba sentarse, levantarse, incluso barritar. A lo que los visitantes solo respondían con un “woooow!” detrás de otro.

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Foto: Co’Report

Los extranjeros volvían cada amanecer, cada atardecer y tras compartir baños, comidas, paseos, rituales, procesiones…, el Mahout se aprendió sus nombres y hasta su número de teléfono. A su manera y con sus palabras, les contó anécdotas y tradiciones y les explicó que en su infancia, la falta de recursos les había llevado a desarrollar su ingenio y sus partidas de críquet se jugaban con bolas hechas de hojas de palmera.

Él les enseñó cómo hacer una y a cambio pidió que le enseñáramos a decir, no good bye sino see you soon. Ojalá volvamos a vernos.


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