Tras tres largometrajes que diseccionaban los aspectos más oscuros de la sociedad contemporánea argentina, poniendo el foco en las protagonistas femeninas, Lucrecia Martel da en Zama un doble giro en su cine narrando una historia situada en el siglo XVII y con el absoluto protagonismo del mexicano Daniel Giménez Cacho. Aún así, estos son los únicos cambios de la cineasta argentina en una película que supone la depuración de su estilo, así como un leve callejón sin salida.
Diego de Zama espera que llegue su momento. Que se confirme su traslado de Asunción a Buenos Aires y que su buen hacer como oficial del Reino de España le dé el prestigio que cree merecer. Mientras tanto, se da una espera de años en los que parece que su destino nunca se decidirá y donde parece tener poco que decir. Esta eterna espera es trazada por Martel atendiendo a las relaciones con la mujer del Ministro de Hacienda, interpretada por Lola Dueñas, y, algo menos, con los indígenas de los que vive rodeado.
Como viene siendo habitual en Lucrecia Martel, Zama se llena de elipsis tanto en el aspecto narrativo como en el visual. El paso del tiempo es mostrado mediante abruptos cortes que se niegan desvelar lo acontecido. El misterio tomará forma con el nombre de Vicuña Porto, una suerte de Kaiser Soze, la encarnación del mal a combatir más allá de la burocracia institucional. En cuanto a la imagen, Martel huye del preciosismo paisajesico sin dejar de lado las bellas composiciones que escoden más que explicitar.
La directora argentina recupera también un poético desasosiego de raigambre social donde el ser humano se encuentra atrapado por unas circunstancias a las que la mayoría de las veces no sabe como enfrentarse. Daniel Giménez Cacho da vida a Don Diego de Zama ofreciendo una contención y a la vez fragilidad que le hace ir de la rabia más absoluta al patetismo más feroz. No solo la burocracia se convertirá en su enemigo sino un paisaje que cada vez más se torna bello pero desolador.
Zama es la historia de una espera; del deseo porque algo llegue que haga cambiar la vida de Don Diego. Del mismo modo que hemos tenido que esperar más de nueve años para ver una nueva película de Lucrecia Martel la espera terminó y la cineasta argentina viene a demostrar de nuevo por qué es uno de los grandes nombres del cine latinoamericano.
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