Para Amando Carabias.
Mira que lo había dicho, que las torres son mujeres ruborizadas cuando al atardecer el Sol las roza con oro. Que el alma de Doña Urraca vuela entre grajos negros, y que no se atreven estos a sobrevolar a la Vera Cruz. Que los templarios duermen eternamente en esta tierra antigua a la sombra de los olmos y custodiados por las diosas morenas. Que en el monasterio del Parral, los últimos monjes despidieron a su hijo predilecto cantando desconsolados a los pie de la fortaleza, a los pies de la ciudad de la victoria.
Entre Eresmas y Clamores se elevó una vez un castro celta. En el atrio de la iglesia de San Miguel que miraba a la Sierra de Guadarrama, un frío 13 de diciembre, Isabel se proclamó reina. Y San Juan de la Cruz y Santa Teresa, murieron sin morir...
Campos de Castilla de Antonio Machado, el pinar verde sobre las tumbas hebreas, agua dirigida por romanos, y un bello gitano, un Cristo, el de la Última Palabra, suspendido sobre la cruz.
Siguen paseando trashumantes los pastores por los puentes, y los poetas y los escultores, de esta ciudad victoriosa, Segovia.
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