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Segovia Callada, un nuevo libro para despedir el 2020

Publicado el 31 diciembre 2020 por Maganto
Segovia Callada, un nuevo libro para despedir el 2020

A mediados del mes de noviembre vio la luz un nuevo título dedicado al patrimonio arquitectónico segoviano: el libro Segovia Callada. 107 parajes inhóspitos en la provincia de Segovia. Editado por el también maquetador y fotógrafo del mismo, Juan Enrique del Barrio Arribas, mi participación en este proyecto editorial ha sido la de responsable de la documentación y la redacción de los textos. Pensado y creado como un libro de viajes para escudriñar un vasto conjunto de edificios en ruinas diseminados por el actual territorio segoviano, la rápida y sorpresiva aceptación por parte de los lectores lo han convertido en uno de los regalos predilectos en esta extraña Navidad del 2020; y todo, porque en sus páginas y junto a las exquisitas fotografías de Juan Enrique del Barrio, repletas de cierto dramatismo visual, cada lector encuentra un texto breve y documentado relativo a un edificio en cuestión, además de un código QR que leído a través de un móvil nos aporta su ubicación exacta. En definitiva, una opción perfecta en estos tiempos de pandemia, para senderistas y amantes del turismo rural que saben bien qué significa el distanciamiento social.

Pero, ¿de qué patrimonio estaríamos hablando? Sorpresivamente, de más de un centenar de edificaciones, distinguidas en cuatro tipologías: arquitectura religiosa, civil, defensiva e industrial, diseminadas por las distintas Comunidades de Villa y Tierra en las que se dividió la provincia de Segovia y cuya cronología nos dibuja a la perfección cómo se fue construyendo nuestra historia local: a modo de ejemplo, junto a los restos de “Los Paredones” -murallas árabes- de Aylón fechados en el siglo VIII, figuran numerosas ermitas románicas levantadas entre los siglos XII y XIII como la de Santa Inés en Bernardos o la San Andrés en Villacastín; también casas señoriales y palacetes de los siglos XV y XVI como el Palacio de los Osorio en Paradinas o la Casa Armada del Marqués del Arco en Armuña; cómo no, múltiples ingenios o molinos harineros ya fechados en el Siglo de las Luces, entre ellos el Molino de la Cerquilla en Barrio de Arriba (Valle del Tabladillo) o los Molinos de Abajo y de Enmedio de Membibre de la Hoz, además de ranchos y lavaderos que tuvieron su explendor mediado el siglo XVIII con la trashumancia de merinas; sin duda alguna, presentan el mismo grado de interés edificios levantados ya en la centuria del Ochocientos, como los telégrafos ópticos de Codorniz o Tolocirio, y las distintas fábricas harineras que prolongaron su actividad hasta finales del siglo XX, como La Julita de Turégano o la localizada en Hontalbilla; y finalmente, no se ha dudado en recorrer y mencionar distintos despoblados, como el de Guijasalvas, La Alameda o Matandrino, cuya vida se extinguió en la década de los 60 coincidiendo con la emigración del campo a la ciudad.

A este largo centenar de emplazamientos rurales y también urbanos, se han sumado otras más de treinta “minifichas” -sin texto- que nos invitan a conocer más ejemplos sitos en la provincia de Segovia, y a priori, desconocidos por los propios segovianos. No obstante, y como dejé escrito en la contraportada de Segovia Callada, a todos estos parajes debemos acercarnos “de manera sutil, sin despedazar su entorno y silencio, con el fin de adentrarnos en sus particulares historias dándoles el soplo de vida de conservan latente“. El respeto y reconocimiento a este patrimonio, no revela sin embargo un discurso pesimista, sino todo lo contrario, de ahí que en el listado presentado -donde abundan Bienes de Interés Cultural o casos contemplados en la Lista Roja del Patrimonio-, también figuran ejemplos que han logrado una intervención institucional -obras de restauración o consolidación- tales como el Hospital de la Magdalena en Fuentidueña, el Puente del Naranjo en Martín Muñoz de las Posadas o el Torregil en Gallegos.

Tras su primera presentación en La Escuela Ociobaile de El Sotillo (La Lastrilla), que tuvo lugar el pasado 20 de diciembre, a lo largo del 2021 serán varias las citas para el encuentro con los lectores, augurando por tanto, un futuro favorable para este patrimonio callado que también merece nuestra atención y su recorrido. En este sentido, apuntar que alcanzar los 10.000 kilómetros hechos por “Quique” -como llamo en privado al amigo que llegó a mi vida hace dos décadas-, para hacer realidad la primigenia idea de plasmar “esta Segovia en ruinas“, le ha supuesto tres años; en mi caso, el año y medio dedicado a la elaboración de los textos, me ha exigido un par de miles de horas dedicadas a bucear en la bibliografía local -para sacar a la luz las aportaciones literarias de otros autores segovianos respecto a cada uno de los parajes y salvaguardar así su memoria-, además de consultar el Catastro de la Ensenada, diccionarios indispensables como el de Madoz, y fuentes como el Boletín Oficial de la Provincia, cabeceras de prensa local e incluso tesis doctorales y trabajos de fin de Grado.


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