El día 8 de septiembre empezamos en el cole al que acude Alejandro, en una escuela rural en la que comparte aula con otros 7 niños de infantil (entre los 3 y los 6 años) junto a su profesor y a mí. Después de algo más de 2 semanas continúo con él durante el primer tramo de la mañana (a estas alturas suele ser una horita o una horita y media), y aunque está suponiendo un gran esfuerzo a nivel organizativo familiar, es plenamente satisfactorio ver cómo sin acelerar y a un ritmo adecuado, si es el momento, la integración en la escuela puede ser una experiencia positiva.
Cuando llegamos, es el instante en el que siento que más necesita mi presencia y lo expresa. Y allí estoy. Acompañándole y acompañando también al resto de niñ@s y a su maestro. ¡Hasta me pasan lista para ver si he ido! Es tremendamente divertida la mañana en la escuela, de verdad, también agotador.
Y cuando se inician las actividades en los que Alejandro siente integrado de forma conjunta, el patio y los juegos en común, es el momento de irme. Ya se siente seguro, después de un rato de mi presencia, y cuando le pregunto me dice: "Sí, vete". Incluso el otro día a las 2 de la tarde, después de una reunión y de toda la mañana en el cole, me dijo: "Mamá, estoy bien, vete que me quiero quedar jugando".
También he de decir que me lo estoy pasando genial, con mi nene y con el resto. Me encantan los cuentos que les recitan, me encanta la canción con la que inician la mañana y en las que se les ve emocionados, me encanta cómo de una manera suave y sin presiones, se van introduciendo conceptos que los más mayores del aula demandan mientras los más pequeños observan con los ojos bien abiertos, me encanta ver cómo disfrutan haciendo "un tren petitó", me encantan los besos de mi hijo al despedirnos, me encantan los abrazos de una de las nenas del cole: unos abrazos que te traspasan y te hacen sentir afortunada, me encanta cómo en el patio las bicicletas y los patinetes cruzan de lado a lado la pista...
Hasta el momento, han plantado varias veces zanahorias y rábanos (¡y ya están saliendo!), han arrancado las hierbas "malas" del huerto, han pintado varias veces en folios cada uno de la forma que quería, han hecho un mural chulísimo pintando con las manos y con los pies sobre él, han hecho un par de salidas al campo para ver las hojas de los árboles, han cantado, han hecho experimentos, han participado en la caja misteriosa, han reído,...
Sé que podrán haber momentos de altibajos, o en que se sienta cansado por el día a día, o en el que haya una época en que no le apetezca demasiado... nosotros, estaremos ahí para escucharle y para mirarle, como ahora. Cuando veo que sale con la mochilita por la escalera y sonriendo, sé que el proceso está siendo adecuado, y que la necesidad que detectábamos de socialización con iguales, está siendo positiva.
Os seguiré contando, en el tiempo que tengamos...