Revista Opinión

Seguimos en la caverna

Publicado el 08 septiembre 2015 por Habitalia

Imagen: Laberinto del Sueño. ver nota (3)

Autor: Vicente Rocamora/ Publicado en la Taberna del ganso
Estaba leyendo ayer Domingo tras la siesta, y caí en la cuenta de que todos lo filósofos después de todo, desarrollan un discurso propio a partir de unas conclusiones personales iniciales, criterios nunca objetivos, que se convierten en afirmaciones de una verdad que intentan demostrar a través de la argumentación de sus ideas y desarrollo de un discurso coherente.

Es decir, que no parten de un hecho objetivo para elaborar una teoría de la Verdad, pues después de todo, todo discurso filosófico viene a ser la afirmación de una Verdad por parte de quien elabora ese discurso.

Podríamos decir que un discurso filosófico es una apología que el propio filosofo hace de si mismo.

Lo importante, ya sea para un cristiano literalista o para el propio Nietzsche inclusive, es que el discurso tenga aceptación, que las ideas encuentren el mayor numero posible de personas dispuestas a aceptarlas y construir de este modo, una verdad con aspecto objetivo.

¿Por qué? Pues porque la verdad no es más que una razón con el suficiente consenso como para ser merecedora de ser considerada con el calificativo de "Verdad"

Y no es que no exista una Verdad Objetiva, pero como explica estupendamente Jose Antonio Marina, (1) la inteligencia cae victima de la emoción y de otras circunstancias en demasiadas ocasiones.

De existir algo a lo que pudiéramos llamar "Verdad absoluta" y estoy convencido de que existe, estaría oculta a nuestros ojos por la deformación debido a las pasiones humanas, nuestras emociones y anhelos.

Podemos decir; platónicamente hablando, que seguimos en la cueva (2) absortos con las sombras.

¿No será acaso que la contemplación de la Verdad, tiene que ver con la imposibilidad de una sola perspectiva?

Si la realidad que nos afecta es una suma de convenciones y de consensos, entonces tenemos que buscar más allá de nuestros anhelos y querencias.

Podemos entonces pensar que el ser humano no puede ser objetivo en sus juicios y no lo será si no es consciente de que es victima de sus condicionamientos, pero puede una vez que es consciente de ellos, ir aprendiendo a dejarlos al margen para acercarse a la visión global y siempre antipatica de la Verdad.

(1) La inteligencia fracasada
(2) La caverna de Platón
(3) Szenci y Mañas


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