Las escuelas de Medicina tanto de las universidades autónomas como las experimentales deben necesariamente reflexionar, en el marco de la crítica y la autocrítica, la concepción ética que atraviesa la visión del mundo de los estudiantes y graduandos en tan notable campo.
Algunas autoridades han expresado, con honda preocupación patria, la selección de posgrados, de parte de los recién egresados, tan solo en áreas que les provee dividendos en abundancia. Además de anhelar, como meta fundamental, un consultorio privado divorciado por completo de la tan importante experiencia hospitalaria y científica como razón de vida profesional.
Mil excusas económicas y políticas obstaculizan a muchos a consolidar sus conocimientos en el sector público que de alguna manera los fortalecen en el terreno de la práctica clínica como verdadera mirada científica y humanista para las distintas enfermedades que aquejan al ser humano.
La consecuencia de esa opción instrumental de la medicina convierte al futuro galeno en un multiplicador acrítico de los intereses de las grandes transnacionales farmacéuticas, además de deshumanizarlo. El denominado “paciente” se torna en un dato estadístico que corrobora la efectividad de la fórmula o su reacción adversa.
¿Dónde queda la medicina preventiva? ¿La necesaria vinculación entre la clínica y el laboratorio científico? ¿La discusión interdisciplinaria a fin de comprender la especificidad del enfermo-enfermedad? ¿El debate con los científicos sociales que comprenden el entorno socioantropológico y psicológico? ¿La necesaria relación entre las escuelas de farmacia y medicina?
El Estado nacional debe potenciar al médico-investigador, estimular la pesquisa vinculada con la atención y la relación humana con el que padece y sufre alguna patología tal como lo legaron el maestro Jacinto Convit y su extraordinario equipo.
Este eminente médico-científico venezolano entregó su vida al estudio, el laboratorio, la atención desinteresada al quebrantado de salud, además de legar las conjeturas medulares que abren serias posibilidades de sanar algunos tipos de cáncer.
La transformación curricular en las escuelas de Medicina debe fundamentarse, entre otros, en la mirada científico-humanística de este hombre ejemplar.
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