Fecha: 28 de Agosto de 2010
Lugar: "El Tortu" - Sant Andreu de Llavaneres - Barcelona - Spain (ver en Google Maps)
Hora Entrada: 9:49 Hora Salida: 10:32
Botella: 15l
BAR Entrada: 210 Bar Salida: 40
Profundidad: 24m
Tiempo en el Fondo: 43'
Medio: Agua Salada con bastante corriente en superficie y en fondo. Salida en barco.
Temperatura Agua: 21° Superficie y 17° en fondo.
Visibilidad: Media, unos 6m
Paradas: 5m:3'
Centro de Buceo: Subsiluet
Tiempo Acumulado: 6 horas y 21 minutos.
Tras el fiasco de la semana anterior, este sábado el clima auguraba que podríamos hacer nuestra inmersión. Fuimos, de nuevo, Benja y yo.
La inmersión que tocaba era la de "El Gruñón", una inmersión que iba de los 20 a los 27 metros, pero finalmente la cambiaron por "El Tortu", justo para repetir la última inmersión. Tampoco es que nos preocupara mucho, nunca una inmersión es igual a la otra aunque vayas al mismo sitio, y así se demostraría después.
De cualquier forma, esta vez, las cosas no iban a ir tan bien como hasta ahora. Cuando estudias para obtener el certificado, el libro ya te dice claramente que a veces tendrás malas experiencias, y ayer, iba a ser uno de esos días.
Salimos al mar temprano, eran algo más de las nueve de la mañana. Corría una ligera brisa, no sé de dónde venía, no soy experto en vientos. Llegamos al punto de inmersión. Allí, el primer detalle que auguraba una inmersión "diferente": Me había puesto la parte inferior del traje al reves. Aunque no te lo creas, sobre todo cuando todavía eres inexperto como yo, quitárselo y volvérselo a poner, tiene su trabajo, y cansa.
Los que allí habían, unos nueve más, no dijeron nada, bueno, excepto Benja, claro, que se partió la caja a mi costa.
En el barco había un tipo moreno que salió con un papel, dando los nombres de las parejas que íbamos a bucear, así, sin presentarse ni nada. Incluso se permitió el hacer el briefing de la inmersión, dando alguna orden para que nos mantuviéramos unidos. Le hicimos caso, y todavía no sé por qué.
Había corriente. En superficie era bastante perceptible, y, a diferencia de lo habitual, nos daríamos cuenta posteriormente que en el fondo también era intensa.
Benja y yo nos tiramos los primeros. Nos fuimos hasta el cabo del ancla e iniciamos el descenso que nos llevaría hasta los 19.5 metros de profundidad. La visibilidad, de unos seis metros según los que tienen ojo de buen cubero, no permitía muchas florituras. Lamentablemente, volvía a agobiarme durante el descenso, aunque gracias a la experiencia, decidí tomármelo con calma.
La sensación que tengo durante el descenso es la de falta de aire, es cómo si me costara llenar los pulmones. No sé cuánto tiempo va a durarme, ya que los submarinistas expertos con los que me voy encontrando me dicen que es normal, que no debo preocuparme por ello. Lo que sí que es cierto es que me tomo el descenso con calma. Bajo unos metros, paro, asciendo un poquito si lo necesito, y sigo descendiendo.
Una vez abajo, la paz y tranquilidad que siento es increíble.
Ayer notamos el agua bastante fría, en el fondo, a unos 24m, marcaba 17 grados centígrados. Estuvimos esperando al tipo que te comentaba antes, el que hizo el briefing sin haberse presentado. Pasados la friolera de 16 minutos, nos hizo una señal a Benja y a mí de que fuéramos juntos (lo teníamos claro desde el principio) y no nos hizo más señales, así que decidimos aprovechar el poco tiempo que nos quedaba de inmersión para dar una vuelta.
Como había corriente, tal y como marca el manual, nos fuimos buceando en su contra. Vimos que se habían colocado dos cabos sobre la barra rocosa en la que nos encontrábamos. Dicha barra no es más que una formación rocosa que transcurre paralela a la costa (más o menos). El primer cabo, colocado por el tipo, estaba situado longitudinalmente sobre la barra (error), el segundo, colocado por un compañero también experto, lo había colocado de forma transversal. De esa manera, cuando vuelves, ves fácilmente ese cabo y te permite llegar hasta el extremo que está atado al cabo del ancla de la embarcación.
Buceamos un rato. Costaba avanzar debido a la corriente. No vimos gran cosa, castañuelas, sargos reales. Enseguida dimos media vuelta debido al tiempo. Normalmente, giramos a los 20 minutos o cuando nos quedan 100 bares en una de las botellas, lo que ocurra antes. En el camino de regreso, nos topamos con un banco enorme de peces que no sabría identificar ahora. Me conseguí meter en medio, sin moverme, casi sin respirar, los peces pasaban a escasos centímetros de mi máscara, curiosos, precavidos...
De repente, Benja me avisó, me desplacé hasta su posición. Había una red abandonada en el fondo, una de tantas, en la que un Sargo Real estaba liado, aunque todavía vivía. Nos decidimos a rescatarlo. Rompimos las redes como pudimos, intentando no dañar al animal. Finalmente, tras un par de minutos de forcejeo, me quedé con el pez en la mano. Era grande, pero no se movía, pero tras unos segundos, se despegó de mi mano, y se perdió en el azul lentamente... Estábamos contentos. Deberían retirar esas redes que están en el fondo, son un peligro para la fauna y, por supuesto, para los submarinistas.
Me quedaban 60 bares en la botella, por lo que nos dirigimos al cabo del ancla para iniciar el ascenso. Nos encontramos allí con otra pareja. Realizamos la preceptiva parada de seguridad a cinco metros (tres minutos) y ascendimos finalmente a la embarcación.
Allí, Pedro estaba algo preocupado. Cuatro submarinistas habían aparecido lejos de la embarcación, a favor de la corriente. Parecía inexplicable, ya que iban con el tipo que resultó ser un Dive Master. Uno de ellos estaba nadando hacia la embarcación. Iba de espaldas, ya que es más fácil aletear de esa forma, pero estaba exhausto. Benja y yo nos pusimos las aletas y, primero yo, nos lanzamos al agua.
Llegué yo primero hasta el compañero. Benja había saltado al agua más tarde. Tras comprobar que sólo estaba cansado y que mantenía la calma, le pedí que siguiera de espaldas e inicié la maniobra de remolque. Le cogí por la grifería de la botella e inicié el aleteo. Sabía que él estaba cansado, pero le pedí colaboración, si no, no haríamos nada. Por fortuna, enseguida llegó Benja y, entre los dos, lentamente lo pudimos llevar hasta la boya atada a la embarcación. Nos costó. Mis piernas se resintieron, pero conseguimos llevarlo hasta allí.
Dos salvamentos en una inmersión, no estaba nada mal, aunque estábamos muertos.
Lo que vino después, casi no lo voy a contar aquí por respeto hacia lo que entiendo fue un mal momento del tipo. Sólo decirte que conseguimos rescatar a los otros tres y llegar sanos y salvos a puerto. Supongo que estas son las cosas que pueden sucederte en una inmersión y que, sin lugar a dudas, te dan ese punto de experiencia que se va ganando poco a poco.
Mi objetivo ahora, es vencer ese agobio del descenso. (link interesante)
Que vaya bonito,