Él la mira, paralizado por su belleza y aspira el olor de la esencia que tenía en las manos. "Nice" dice, refiriéndose a ambas sensaciones. A continuación no sigue el tópico contraplano de cuerpo entero de ella, sino un fabuloso primer plano en el que, turbada, regresa a su rostro, sin que aún sepamos nada, la otra mujer, la que ella creía haber olvidado para siempre, la chica con malas compañías en la gran ciudad. La frase que él - el tipo más inofensivo que habrá encontrado en años, boxeador retirado ¡para ser pintor! - pronuncia mientras aspira el olor que emana del frasco, le debe haber sonado tan familiar como vulgar.
El erotismo tosco del gesto y el comentario de Mike, que trataba de "acortar" cuanto antes la distancia que había entre ellos, lo retrata también a él en su fingimiento: es el piropo de un solitario. Sin cambiar el tamaño del plano, Seiler la hace volverse para huir, pero él la llama... Un encadenado de escenas construidas con estos sencillos y nada espectaculares mimbres componen esta película de asombrosa factura visual, Warner Bros sin una pléyade de rutilantes técnicos (salvo la música de Franz Waxman y la fotografía del marido de Linda Darnell, John Peverell Marley) una de tantas joyas del cine negro olvidadas, tan buenas o mejores que otras mucho más famosas. En estos mágicos años en que la grandeza noir estaba al alcance de tipos sin aureola como Seiler, Richard Wallace (su impresionante "Framed"), Arthur Ripley ("The chase"), Lewis Allen ("Desert fury", "Illegal"), Byron Haskin ("Too late for tears", "I walk alone"), Curtis Bernhardt ("Possessed", "High wall"), Norman Foster ("Woman on the run"), Henry Levin ("Two of a kind"), Michael Gordon ("Woman in hiding", "The lady gambles"), Joseph Pevney ("Six bridges to cross"), Mark Stevens ("Cry vengeance"), Peter Godfrey ("The two Mrs. Carrolls") o Vincent Sherman ("The unfaithful"), la más imperceptible combinación de circunstancias eleva lo rutinario a la categoría de apasionante.
"Whiplash" aprovecha a fondo sobre todo el misterio sobre el pasado de esta cabaretera, Laurie Rogers, extorsionada por el siniestro Rex Durant (un Zachary Scott tan turbio como con Curtiz, Ulmer, Vidor o Tourneur) y confusa por los sentimientos que le asaltan hacia un tipo no muy listo ni atractivo, ninguna maravilla como púgil y tampoco un gran retratista, de mal beber, poca memoria y menos mundo, pero su única posibilidad de escape.
Lewis Seiler midiendo la "física" entre sus protagonistas
Lo más opuesto a una mujer fatal - que realmente pueden contarse con los dedos de una mano en el cine negro: una abrumadora mayoría de las que lo parecen son víctimas de ellas mismas o marionetas de poderosos -, Laurie está más cerca de las resistentes heroínas de las películas "para mujeres" filmadas durante la guerra, por muy reducido que sea el margen de acción que le ha quedado.Es bonito pensar que entonces no hubo diferencias y el público así lo percibió. Que no cayó tal meteorito como ahora nos parece cuando el género pasó a copar las carteleras.
Por muy subyugados por estas mujeres que habían vivido demasiado rápido y los hombres que querían alcanzarlas, por la estilización, por las armas de fuego y por las frases ingeniosas que estuviesen estos films, aprendimos a querer al despiadado cine negro porque no tenía obligatoriamente que sucumbir al cinismo. "Whiplash" no lo hace.
Lo que brilla con verdadera fuerza es la escena que parece improvisada - que parece de Nicholas Ray, quiero decir - en el restaurante a la mañana siguiente del encuentro en la playa, la mirada al suelo de ella cuando Mike la llama "Mrs. Durant" o el momento, filmado por Seiler reflejándolo en un espejo, en que su hermano recupera la dignidad y decide devolverle el sacrificio que ella ha hecho por él durante años.