Despertamos en el Cajón del Maipo y desayunamos entre historias, pan tostado, huevos revueltos y un sol que se colaba por los vidrios. Pronto la mañana se convirtió en mediodía y la naturaleza se puso de nuestra parte, invitándonos a disfrutar de otro montón de amigos que vinieron a visitarnos. De ellos aprendí que la apicultura también tiene que ver con la respiración y con controlar la mente para huir del veneno y la hinchazón; que estábamos rodeados de rosa mosqueta, y lo que en un lugar del mundo es caro en otro te lo regala la misma naturaleza; aprendí que se puede respirar, simplemente, mientras el tiempo pasa y los caballos pastan y el sol baja. Se me había olvidado.
Redescubrí lo ricas que están las machas chilenas con queso y las empanadas de marisco y las nueces después de que hayan caído directamente del árbol. El vino después de comer. El sueño recién hecho.
Me dormí pensando en escribir, y no tenía papel, y me dio igual.