Resulta que en un país donde las medidas de seguridad nunca han sido gran cosa, ahora nos pasamos de la seguridad a la histeria.
Hace un par de semanas dos playas de la costa del Maresme al norte de Barcelona estuvieron cerradas dos días porque se habían visto dos tintoreras de cómo mucho un metro y medio, y hace unos días mi hija estaba con unas amigas en la playa de Calafell, y sin que ocurriese nada especial sustituyeron la bandera verde por la amarilla y al rato por la roja, y al indagar la razón les dijeron que había mar de fondo, y aunque si era cierto que había un ligero mar de fondo no suponía el más mínimo riesgo ni la más mínima posibilidad de que pudiese impedir que alguien regresase a la playa, por mal que nadase, pero para mi hija y sus amigas significó el fin del día de playa.
Hace unos días y en otra nota dije que si en California reaccionasen como lo hicieron en el Maresme por dos tintoreras pequeñas, las playas estarían siempre cerradas. Allí, al menos cuando estuve viviendo en Los Angeles, solo cerraban una playa cuando había riesgo cierto de ataque de tiburones, cosa que ocurría tan de vez en cuando que en los cerca de siete meses de mi estancia yo no lo vi nunca, pero lo que si se veía a veces es el aviso de “presencia de escualos” y unas instrucciones que recomendaban no abandonar la zona donde había más bañistas, es decir, no aventurarse a nadar mar adentro o ponerse a bucear en solitario en algún grupo de rocas, porque el tiburón, y en general cualquier depredador marino teme el ruido y el bullicio que forman un grupo de bañistas o una playa repleta de ellos, y es sumamente raro que ni tan solo se les acerque. Es evidente que las bulliciosas playas del Maresme no son el lugar ideal para que un par de tintoreras se den una vuelta sorteando bañistas y de paso mordisqueen un par de piernas humanas.
Lo curioso del caso es que quizás me equivoco, pero mi impresión es que ahora hay más ahogados y accidentes en las playas que cuando no había ni un solo servicio relacionado con la seguridad. Aparte el hecho de que en las últimas décadas el número de bañistas ha aumentado muy considerablemente, creo que también lo ha hecho la inconsciencia, aunque también puede ser que lo que ha mejorado hayan sido las estadísticas y la detección de problemas en las playas.
En mi opinión esta histeria es un subproducto de nuestra desastrosa Administración Pública. Hay muy pocas cosas peores que uno de nuestros altos funcionarios intentando demostrar la importancia de su trabajo y lo bien que lo hace.