Revista Cultura y Ocio

Sehnsucht. ¿Nostalgia del buen canto?

Publicado el 06 septiembre 2009 por Gino
Sehnsucht. ¿Nostalgia del buen canto?
El pasado mes de mayo se editó este recital de uno de los cantantes más apoyados últimamente por las discográficas, que básicamente explotan su imagen de modelo publicitario. Pero tampoco nos vamos a poner maximalistas: Jonas Kaufmann tiene efectivamente materia vocal para ser cantante de ópera y no le faltan personalidad y arrojo. Algunas de las cosas que ya le conocía me parecieron interesantes, pero también eran audibles problemas que el tiempo no ha hecho más que confirmar y agravar, puesto que una vez inmerso en una carrera exitosa es muy difícil replantearse ciertas cosas. Y sin embargo debería, ya que la mala técnica deja sólo la opción de cantar con el "capital" y en unos años éste se acaba y no queda nada, por recordar la famosa sentencia de Rubini. Porque la técnica vocal de Kaufmann es mala o por lo menos tiene demasiados vicios de los considerados capitales. Los dos primeros cortes del disco nos ponen en el peor de los casos. Auxiliado por Abbado, el tenor alemán intenta plegarse con buenas intenciones a los recovecos belcantistas de "In fernem Land" y "Mein lieber Schwan" pero lo que se escucha en vez de medias voces o filados (pianissimi) verdaderos es un sonido lleno de aire, destimbrado, a menudo engolado y las más de las veces falsetístico, desvaído, carente de vibración, sin valor estético. K. pasa con cierta habilidad de esta emisión a la voz plena, pero la colocación gutural de ésta, ventrílocua, opaca, apenas reconocible como de tenor, crea un contraste, una fractura irresoluble e inaceptable en un cantante de ópera. Si mal está en el primer número, el comienzo de su despedida ronda el esperpento, entendido como imagen deforme de lo que debería ser el canto. Mejoran las cosas cuando se pide la voz desplegada, pero los repetidos ataques al la agudo suenan fibrosos y sin brillo, bien que aún parezcan firmes y grandes. Tampoco hay mucho que elogiar en el aria de Tamino, en la que de entrada ni siquiera reproduce con nitidez las pequeñas notas de adorno en "mein Herz" (tampoco lo hace cuando vuelven a aparecer en el da capo). La escena posterior resulta curiosa para un recital de arias, pero la ejecución de "Wie stark ist nicht dein Zauberton" es válida. Como válidas son las arias de las óperas de Schubert, aunque la tesitura de la última sección de "In tiefbewegter Brust" manifieste serios problemas de colocación. La gran escena de Florestán, papel que canceló hace relativamente poco en el Real, posiblemente sea lo mejor del disco (si dejamos a un lado el curioso intento de reforzar el sol agudo de "Gott!" desde un pianissimo que resulta más bien digno de un disco de pop). Aquí recuerda más que nunca las sonoridades ingratas de Jon Vickers, cuando la voz de éste se había tornado aun más leñosa y áspera en su madurez. Hay arrojo en la última sección del aria y en general se le nota cómodo. Realmente es complicado buscar entre los cantantes actuales más de uno que pueda comparársele en esta escena. En el "Winterstürme" de Siegmund, papel que aún no ha debutado, resulta impersonal, anodino y pobre de matices, algo de lo que se puede culpar a Abbado como se comentará. Parsifal sí lo ha cantado en escena y la tesitura del papel, muy central, le permite ensanchar y desplegar con todo su espesor su timbre. Una interpretación eficaz en el caso de "Amfortas! Die Wunde", dotada de robustez y cierta fuerza expresiva, pero que tampoco resultará reveladora.
Claudio Abbado ha dirigido en los últimos años varios de estos recitales, suponiendo que para darles prestigio en casos como éste, cuando su interés vocal es escaso. Esta vez se ha reunido a la Mahler Chamber Orchestra, de la que además es creador e inspirador. El director italiano consigue un sonido bellísimo de su formación, en particular en el final de "Parsifal", pero parece conformarse con la contemplación este logro. En el fragmento de "Die Walküre" su obsesión por crear texturas refinadas y camerísticas resulta en un acompañamiento increíblemente magro y pálido, como si la famosa broma de Karl Böhm sobre quitarle la grasa a Wagner hubiese terminado en anorexia nerviosa. Era inevitable que el cantante se contagiase de tanta falta de vigor. La introducción a la escena de "Fidelio" muestra al fin algún interés en expresar algo, incluyendo matices relevantes de las maderas. Merece la pena destacarse que Abbado hace suyos los criterios filológicos en "Die Zauberflöte", mostrando la orquesta la misma seguridad que cuando luce el sonido tradicional romántico. Sin embargo, que los cantantes recuperen la añorada técnica clásica parece más tarea de ciencia ficción que de historicismo.
La ficha del disco: http://www.operadisc.com/recitals.php?rec=13
Agradecemos al forero Sharpless el haber proporcionado la oportunidad de escucharlo a pesar de todoBarra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.

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