Este invierno por la clase del Chiquinini han pasado entre otros indeseables la escarlatina y un tal “virus boca-mano-pie”. Con la escarlatina le pusimos en cuarentena, dejándole en casa un par de semanitas. Hasta ahí llega mi histerismo maternal; no tanto por él, como por su hermana, que solo tenía dos meses. Además yo no trabajaba y podía dejarle en casa.
El caso es que Chiquinini no se puso malito en su primer año de vida hasta los nueve meses, que pilló un catarrazo, y después con once meses tuvo una otitis ( cómo lloraba el pobre). Después de eso no volvió a caer de nuevo hasta los 18 meses, que fue cuando empezó la guardería y eso es para escribir a parte porque fue tremendo…. cuesta abajo y sin freno. Lo del intercambio de virus y bacterias en las guardes/coles es impresionante. Algo se debió inmunizar ( por las malas, claro) porque este año aunque se ha puesto malito muchas veces no ha llegado a ser tan horrible como el primero.Pero antes de entrar en la guarde, el primer año y medio de vida, no le fue mal en cuanto a catarros y demás. En cambio la pobre Chiquinina ha tenido que sufrir ya en sus carnes la congestión, los mocos, la tos y la fiebre. Les ha venido dando esquinazo a los virus durante casi seis meses, pero ya no ha podido resistirse más. Con la insistencia de los bichos por pasearse por casa por un lado, y el paso de los meses por otro - que también una se va relajando en las excentricidades tipo mascarilla al ver que la niña es más persona, parece menos frágil y se convierte en un bebé mofletudo que hace gorgoritos- al final los impresentables la han pillado.Así que ahí está mi pobrecita sufriendo. Espero que se quede en nada y esté bien pronto, aunque yo me sigo poniendo igual de nerviosa que siempre y hasta que no la vea estupenda no voy a estar tranquila. Esto va de serie con el hecho de ser madre.Y por solidaridad maternal me he pillado un trancazo yo también.