Revista Cultura y Ocio

Seis Rostros: Martes

Publicado el 25 agosto 2015 por Gica

Seis Rostros: Martes


Martes: Jacques Dausset (Cultos Innombrables - PJ)

La deriva de la vida nos lleva en ocasiones a extraños lugares, en compañía de aún más extraños personajes. Durante su infancia, en la villa arpitana de Grenoble, un inquieto y despierto Jacques nunca habría adivinado que acabaría subyugado por un brujo moderno.

El chico, desde edad temprana, demostró tener inquietudes y una inteligencia sensiblemente superior a la media. Aprendía rápido y sacaba buenas notas en la escuela, y con relativo esfuerzo logró que le otorgasen una beca para estudiar las carreras de Filología Germánica y Filología Románica en Sorbonne Nouvelle. Junto con sus padres, David y Henriette, se trasladó a la comuna de Thiais en París, a una vieja casa no muy lejos de la estación de tren de Choisy-le-Roi.

El impacto inicial con la gran urbe de París y el ambiente distinto de la universidad distrajeron un tanto a Jacques. Además de inteligente, Jacques era deportista y tenía un físico trabajado, pero no tenía muchas habilidades sociales. Entró en un equipo de baloncesto de la universidad, y trabó amistad con un grupo de estudiantes más interesados en los deportes y las juergas que en las notas, y las suyas propias comenzaron a resentirse. Fue entonces cuando atrajo la atención de Remí Bachelet, uno de sus profesores de Paleografía de la universidad. El veterano educador lo tomó bajo su tutela, guiándolo con mano firme para que la mente brillante de Jacques pudiera desarrollarse y alcanzar su potencial. Se dijo que, incluso, había consentido ocultar una incipiente adicción a las drogas para evitar manchar el expediente del grenoblés. Su intervención fue, sin lugar a dudas, lo que salvó a Jacques de un destino que no era el suyo.

Pero, ¿cuál era ése destino?. Jacques aún se pregunta qué tenía realmente el profesor en mente para él. Recuerda, oh si, muy bien la ayuda de Bachelet y cómo lo abordó. Estaba sufriendo, tendido detrás de un seto, las consecuencias de un mal viaje de ácido. Su amigo Corentin le había dicho que ellos eran deportistas y eran fuertes, y tenían que "usar algo más de magia" para que les hiciera efecto. En ése momento, Jacques tenía entre manos más magia de la que podía manejar, y farfullaba incoherente y alterado mientras esperaba que se le pasara el colocón. No escuchó los pasos, pero si la voz que le habló: ¿Eso es lo que llaman ahora "magia", Jacques?. Te voy a enseñar algo más real. Bachelet se lo llevó en su coche al Cementerio de los Inocentes, y lo encerró en un mausoleo enrejado durante toda la noche. Medio alelado aún por las drogas, Jacques apenas era capaz de balbucear unas palabras de auxilio, pero se calló cuando escuchó unos pasos arrastrarse hacia él. Con espanto contempló a la repugnante criatura que se asomó por el umbral, observándole con ojos hambrientos. Ni siquiera pudo gritar. Pasó toda la noche observando paralizado como el Gul - su nombre lo descubriría después - trataba de abrir la reja y llegar hasta él, hasta que los primeros rayos del sol tocaron el camposanto. Cuando Bachelet regresó, le expuso sus posibilidades: él necesitaba a un ayudante para, según dijo, proteger a la humanidad de los horrores de la noche, alguien fuerte e inteligente como Jacques. Si aceptaba ayudarle, le sacaría de allí. Si no, le abandonaría de nuevo la siguiente noche, y no cerraría al reja. Obviamente, Jacques aceptó.

Durante tres años, el grenoblés compaginó los estudios con su "colaboración" con Bachelet. Decir "colaboración" era un eufemismo, porque la realidad era más bien "servidumbre". Debía continuar sus estudios de forma brillante, al tiempo que realizaba para el profesor todo tipo de encargos, desde sencillos y humillantes a cosas que horripilaban el alma del joven. A pesar, o por culpa de su misión, como decía el paleógrafo, debía estar dispuesto a realizar infames sacrificios y ritos aberrantes. Jacques era el encargado de conseguir los componentes: hierbas extrañas, aceites, incienso, sangre, vidas... en dos ocasiones hubo de atraer a dos hombres hasta el apartamento de Bachelet y dejarlos inconscientes para ver, posteriormente, como sus esencias vitales eran entregadas por un "bien mayor". Su conciencia era acallada por la aplastante personalidad del profesor, cuyo fanatismo crecía a medida que iba viendo cumplidos sus planes.

Todos estos "procedimientos" procedían de la peculiar biblioteca privada de Bachelet. Aunque en un principio no permitió a Jacques estudiar por su cuenta dichos escritos, poco a poco fue introduciéndole en ellos, con pequeñas dosis, para proveerle de conocimientos y capacidades que pudieran auxiliarle en su cometido. Fue precisamente en esa biblioteca donde Jacques descubrió un libro escondido tras una de las estanterías, uno que Bachelet nunca le había mostrado. En él se detallaba un complejo ritual para "trasplantar" un alma de un cuerpo a otro, un ritual largo, costoso y con una laboriosa preparación. Horrorizado, descubrió que parte de dichos procedimientos Bachelet ya los había practicado sobre él tiempo atrás, preparándolo para transformarle en un recipiente para que su alma fanática de cazador de demonios pudiera continuar con su misión. En un principio pensó enfrentarse a él y descubrir su falacia, pero luego tuvo miedo de caer bajo la presa de su voluntad, y decidió acabar con su maldad. Lo esperó en silencio y, cuando entró a la biblioteca en su busca, le aplastó la cabeza con un busto de mármol de Henry S. Olcott. Sin embargo, al mirar los ojos de su mentor mientras la luz se desvanecía en ellos, le pareció distinguir la sombra de la decepción.

De forma meticulosa - la experiencia en acciones similares lo asistía - simuló un robo en la casa y abandonó el lugar con los libros relevantes y todas las anotaciones de Bachelet. La policía sólo reparó en que faltaba dinero, y cuando interrogó a Jacques, éste ya había orquestado una cohartada impenetrable. El caso fue cerrado. La comunidad académica se solidarizó con el dolor del pupilo de Bachelet quien, tras apenas dos meses tras la muerte de su mentor, decidía solicitar el ingreso en una universidad estadounidense para terminar sus estudios lejos del campus de Sorbonne Nouvelle, que tan tristes recuerdos le evocaba.

En su nueva ciudad, Jacques trata de hundir de nuevo sus recuerdos en la niebla de las drogas. Embota su inteligencia, si, pero también la culpabilidad por todo el mal que hizo "en nombre del bien", y empuja a lo más profundo de su memoria los conocimientos prohibidos que aprendió, y todos los que lo esperan en los libros de su maestro, ocultos en un trastero de alquiler. Puede que, con tiempo, lograse dejarlo estar... pero un oscuro instinto le está impulsando a retomar sus viejos estudios. Los monstruos siguen ahí fuera. Quizá Bachelet sólo se equivocó en el método. Quizá no. Quizá sólo tiene que intentarlo por su cuenta. Sólo tiene que estar un poco menos colocado para atreverse a intentarlo.

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