Revista Opinión

Seisveinticinco García

Publicado el 31 marzo 2013 por Miguelmerino

Ustedes no recordarán a Jorge García Chacona. Y si no son aficionados al baloncesto, aun menos. Los que sean aficionados, quizás recuerden a Seisventicinco García, quien fue mítico alero del CB Canarias hasta el año 2013 en que se retiró de las canchas de juego con apenas veinticinco años. Y quizás recuerden, si tienen edad suficiente, aquel quinto partido de la final de ese año contra el Herbalife Gran Canaria.

Se celebró en el Centro Insular de Deportes de Las Palmas de Gran Canaria. Sí, aquel pabellón que estaba en plena avenida marítima y que fue derruido hace ya veinticinco años. Tenía una capacidad para cinco mil doscientos espectadores, pero aquella matinal de domingo no habría menos de seis mil tirando por lo bajo. Cómo se consiguió, no lo sé, pero no había espacio ni para mover los brazos y comerte el bocadillo de chorizo de Teror.

Los dos equipos habían llegado por primera vez a una final de la Liga ACB y encima eran eternos rivales. El CB Canarias de la Ciudad de la Laguna y el Herbalife Gran Canaria como indicaba su nombre, de toda una isla. Claro que el otro equipo también representaba a toda la isla de enfrente. Chicharreros contra canariones. El sempiterno duelo fratricida. Habían quedado primero y segundo, empatados a puntos, empatados en el average particular y con apenas dos puntos por encima el Gran Canaria 2014 en el average general. Eso le daba la ventaja del factor cancha en el quinto y decisivo partido. De ahí que se jugara en el Centro Insular de Deportes.

El Herbalife Gran Canaria era un equipo espectacular. Destacaba su base, Higinio Hernández; el escolta, Walter Tandrich y el pívot, Andrew Colorado, con sus 2,27 y 118 kilos y una agilidad bajo los aros impropia de su tamaño y peso. El resto del equipo aunque un poco por debajo de estos tres, rayaba también a gran altura. El CB Canarias tenía una estrella indiscutible: Seisveinticinco García. Sin él, el equipo bajaba mucho y le costaba horrores ganar los partidos. Se convertía en un buen equipo, sin más. Con él en cancha, era un equipo soberbio. Seisveinticinco García se ganó ese apodo por su cualidad principal. Sí claro, el tiro desde seis veinticinco. El tiro de tres puntos. Tenía una forma peculiar de efectuar tal lanzamiento. No importaba en que parte de la cancha estuviera. Cogía el balón, se acercaba a la línea de seis veinticinco, la pisaba con el pie izquierdo, luego retiraba ese pie y lo ponía justo al borde de la línea y lanzaba. Tenía un porcentaje del noventa y siete por ciento con este tiro. Exactamente así. Si lo hacía un poco más retirado o un poco más cerca, sus porcentajes bajaban notablemente. Lógicamente había desarrollado una habilidad increíble para lanzar desde esa posición por muy marcado que estuviese.

Les estaba hablando de aquel quinto partido. El decisivo. El que coronaría a uno de los dos equipos canarios como campeón de la Liga Endesa, que así se llamó aquel año al campeonato, ya que era esta empresa quien patrocinaba el evento. El partido se jugaba a las doce de la mañana del domingo diecisiete de junio de aquel año 2013. Como ya he dicho, el Centro Insular estaba a rebosar. De los seis mil asistentes, no menos de dos mil eran chicharreros y aquello era una auténtica fiesta de canariedad. Pasara lo que pasara, un equipo canario iba a campeonar (como diría Walter Tandrich, que a pesar de su apellido era argentino).

El partido empezó con un tira y afloja por parte de los dos equipos. Intercambio de canastas sin que ninguno consiguiera más de cuatro puntos de ventaja. Los chicharreros notaron que algo iba mal la tercera vez que su estrella intentó su tiro característico y lo falló por tercera vez. No había ocurrido nunca en todo el campeonato. El entrenador le gritó que no se preocupara, que lo siguiera intentando. Falló un cuarto intento y aun un quinto. Cambió de táctica y empezó a tirar desde otras posiciones y distancias, pero aquí ya era un jugador más, con unos porcentajes modestos. Terminó el primer cuarto con ventaja del Herbalife Gran Canaria por 23 a 18, la máxima ventaja hasta el momento. En el banquillo del CB Canarias, el entrenador y los compañeros trataban de serenar a Seisveinticinco  García. – No te preocupes, sigue intentándolo. Es una mala racha, pero se pasará enseguida. – Le decía el entrenador. Seisveinticinco García saltó a la cancha convencido de que sería así.

Comenzó el segundo cuarto igual que el primero, con intercambio de canastas. Cuando el marcador estaba en 32 a 26 para los canariones, agarró el balón Seisveinticinco García, pisó con su pie izquierdo la línea de seis veinticinco, retiró el pie por detrás de la línea, lanzó y encestó. Lo celebró como si se tratara de la canasta de la victoria, pero la mesa la dio como canasta de dos puntos. Todo el banquillo chicharrero protestó, pero en el monitor se vio que efectivamente, estaba pisando la línea, no con el pie izquierdo, que ése estaba perfectamente ubicado por detrás de la línea en el límite justo. Había sido el pie derecho el que pisaba la línea apenas medio centímetro. Siguió el encuentro y tres veces más intentó Seisveinticinco García su tiro característico y las tres lo falló. El entrenador optó por sentarlo en el banquillo para que se tranquilizara. Se llegó al descanso del partido con el marcador 47 a 38 a favor de los canariones, que poco a poco, iban poniendo tierra de por medio. En el vestuario, el equipo técnico, los psicólogos y el resto de sus compañeros, trataron de recuperar anímicamente a Seisveinticinco García, que era la viva imagen del abatimiento.

Comenzó la segunda parte con los mismos parámetros, poco a poco el Herbalife Gran Canaria iba aumentando la distancia en puntos y Seisveinticinco García no conseguía encestar ninguna canasta de las suyas. Conseguía alguna que otra canasta de dos puntos e incluso algún triple, pero con tiros totalmente diferentes a su famoso tiro y con porcentajes de jugador del montón. Incluso intentó volver a hacer aquel tiro pisando apenas con el pie derecho, pero también lo fallaba. El último cuarto se lo pasó sentado en el banquillo, pues sin su tiro, era un jugador del montón y el entrenador prefirió intentar la remontada sin él en la cancha. El resultado final fue un contundente 97 a 62. La Avenida Marítima se llenó de seguidores del Herbalife Gran Canaria cantando y bailando, mientras que los seguidores del CB Canarias deambulaban con la cabeza gacha camino del muelle para coger los distintos barcos que a toda prisa iban desengalanando sus tripulantes, y que les llevarían de regreso a la isla de enfrente.

Al día siguiente, en una rueda de prensa triste y multitudinaria, Seisveinticinco García anunció su retirada de las canchas de baloncesto para siempre. En adelante, se dedicaría a cuidar los viñedos familiares y producir el vino de su tierra.

Nunca nadie pudo explicar que había pasado. Por qué Seisveinticinco García, que nunca había bajado el porcentaje de su tiro del noventa y siete por ciento, en el partido de su vida no había conseguido ni uno solo. Ni él se lo explicaba.

Quizás cuando yo muera, que tengo dispuesto que se publiquen mis memorias, se arroje alguna luz sobre el asunto. El libro se llamará: Seis veinticuatro: Memorias de un cuidador del Centro Insular de Deportes.


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