Revista Cultura y Ocio

Sekhmet liberada

Publicado el 10 octubre 2011 por Evagp1972

 Sekhmet liberada
Escapo de una vorágine de llamadas, urgencias y expedientes y me lanzo a las calles de la selva urbana con el estómago casi vacío. En mi aparato digestivo languidecen los restos de un pequeño bocadillo vegetal de atún, comprado a las once de la mañana y engullido de un bocado a las cuatro de la tarde. Me he repetido una vez más aquello de "es la última vez que me quedo trabajando fuera de horario", sabiendo que mañana volveré a quedarme, inevitablemente, cerrando un asunto urgente, leyendo un informe más, archivando documentación que, en cualquier momento, necesitaré localizar con celeridad. Quizás un segundo propósito, materializado en la frase "es la última vez que no me alimento como Dios manda" sea de más fácil cumplimiento para esta Sekhmet con complejo de Sisifo en la que me he convertido últimamente...
Leo en el horóscopo del día que recibiré una importante suma de dinero pero que no me conviene gastarlo, pues -al parecer- tengo deudas. Me digo que, por más que el supuesto adivino se vista de seda y adapte su lenguaje a la desagradable coyuntura económica que nos ha tocado vivir, sigue sin acertarla ni por casualidad. No ha caído de los cielos la prometida fortuna,y por más que ahorre continúa ahí, sempiterna, la única deuda que me consta, universal y eterna, sufrida tanto por los hombres como por los dioses: la deuda hipotecaria. Aparto con fastidio el diario que se devora en veinte minutos y me dirijo, lentamente, a la Casa del Libro más cercana. Conozco cada palmo de sus extensas llanuras. Su espeso follaje me ha proporcionado en incontables ocasiones el escondite perfecto para capturar alguna presa desprevenida que con su sangre me consuele y me libere, momentáneamente, de este agotamiento físico e intelectual...                                                                                                                                                    Estoy segura que el hacedor de horóscopos no habría sido capaz de pronosticar tal éxito. Han caído tres en menos de una hora. Puedo sentirlas aún, tibias y suaves, bajo mis zarpas. La primera se llamaba Jan (antes James) Morris. Me ha fascinado con El enigma (RBA Libros):  James Morris aparentemente tenía una envidiable carrera como escritor, periodista, militar y viajero. Se había casado y había llegado a tener cinco hijos. Pero se sentía incompleto, insatisfecho con su cuerpo.(...) A mediados de la década de 1960 empezó a hormonarse. Muerdo la página 65:  
La primera confirmación de que había otras personas en el mundo que se encontraban en mi situación la tuve en Ludlow, ese epítome de pueblo inglés con mercado al aire libre, con la estampa del castillo y la iglesia parroquial, y con la carnicería en una típica casa baja medieval, con sus maderos en la fachada y el techo de paja. Allí, una tarde de invierno descubrí un libro, a mitad de precio y colocado en la conveniente oscuridad de una de las estanterías más altas, titulado Man Into Woman: An Authentic Record of a Change of Sex. ¡Qué agónico y vergonzoso fue mi lento camino hasta el ejemplar! Todo parecía tan sano en aquella tiendecilla... Todo eran mejillas sonrosadas, zapatos relucientes, y un grupito charlaba en un rincón sobre sus clases de baile, la fiebre y la escasez de brócoli... Country Life y The Autocar era lo más atrevido que podía encontrarse en la sección de revistas, y me habría aventurado a decir que las estanterías estaban repletas de obras costumbristas de Howard Spring, Por amor de Dios, yo también era el prototipo de joven sano y lozano, todavía con mi clásico abrigo cruzado del Ejército, con esa timidez tan británica y con los pulmones llenos de oxígeno después de una visita a un viejo amigo de la familia en Richard's Castle. Sin embargo, me armé de valor, me acerqué sigilosamente y con mano temblorosa agarré el libro y se lo mostré a la dependienta, quien, como era de prever, lo cogió y lo envolvió sin mirarlo siquiera, pues si hay algo a lo que los empleados de las librerías se niegan a prestar el menor interés (por cuestión de principios profesionales) es, precisamente, a los libros.
La segunda presa se llama Jesús J. Tibau. I un cop de vent els despentina (Y un golpe de viento los despeina, editorial Notas de Color) es una deliciosa recopilación de cuentos breves, irónicos, certeros; pequeñas delicatessen que engullo con placer de sibarita, como ésta dedicada a la figura del general tirano:
En lo más profundo de su interior, añora la fascinación del poder. Detectar el temblor de los rostros ante un gesto de disgusto o la prisa con la que todos corrían a complacer un deseo absurdo. A veces, simulaba un enfado solo por el gozo de ver cómo se cagaban de miedo. Otras veces jugaba a ser magnánimo y regalaba golpes en las espaldas, si las cartas que había repartido el día eran de su agrado.
Las seis y cuarto de la mañana; todavía está oscuro. Hace seis meses que dejó el país, y la nostalgia de los días felices, de los "a sus órdenes, general" empiezan a carcomerle por dentro. Despierta a su hijo pequeño. Mañana cumplirá cuatro años y quiera que tenga un recuerdo del inmenso poder de su padre, ahora que todavía está a tiempo. El niño apenas puede abrir los ojos,  y lo toma en brazos, con una ternura que ha aprendido a esconder porque, fuera de los círculos íntimos, le haría vulnerable. Lo lleva medio dormido, pobrecillo, a un balcón del ala este del edificio, y procura mantenerlo despierto los minutos que quedan. Abre las cortinas con solemnidad de telón de teatro.  Cuando es la hora precisa, se arregla el uniforme, se pone bien la gorra y con voz profunda y potente  ordena al sol que salga...¡ahora mismo!
Last but not least... la tercera presa. Por la divina Isis, qué sensación al oler en la suave brisa el perfume inconfundible de la anhelada, codiciada, deseada tercera parte de 1Q84. No me atrevo a hojearla siquiera; mis zarpas hollan territorio sagrado. Adorado Haruki Murakami. Me he contentado con aspirar el perfumado incienso de tus 444 blancas, inmaculadas páginas, con ese fervor que sólo conocen los iniciados. Cuando se ponga el sol tras las colinas, sin testigos y ronroneando, voy a devorarte lentamente, 1Q84,  saboreando cada diálogo, cada nueva revelación...
Considero una descortesía por mi parte deglutir presas tan delicadas enfundada en un atuendo inadecuado. Así pues, aparto unas cuantas ramas y me adentro en el siempre agradable valle de Kookai. Como una bienvenida, suena de fondo Maroon 5 y su Moves like Jagger:

La dependienta - una encantadora joven de piel morena y graciosos rizos también oscuros- me anuncia que están de rebajas, 30% de descuento. Rebajas y el recuerdo del cantante de Maroon 5 sin camisa y con el cuerpo cubierto de tatuajes... Por amor de Dior, controla esas glándulas salivales, me digo; no sería educado manchar el suelo precisamente ahora. Sonrío y, disimuladamente, de un zarpazo me llevo al probador un jersey negro de lana suave, decorado con una infinidad de pequeñas lentejuelas negras. Combinará a la perfección con El enigma de Jan. Poco después olisqueo un jersey ligero y suave como una nube color tierra, sugerente, de escote generoso y ceñido como un guante. El viento quizá me despeine, pero no podrá separar esta pieza de mi cuerpo. Y por último, detecto medio escondido, soberbio, un jersey amplio, con hombro al descubierto, dorado y caoba como las hojas de ese otoño que vendrá. Me muestra coqueto -incauto- la cremallera y el lazo a la espalda. Tentador. Tú serás para 1Q84.
Magnífica caza. Mañana volveré a ser Bastet ordenando expedientes, dulcificando la voz al teléfono, acariciando las teclas del ordenador. Pero hoy no. Todavía no. Sonrío procurando disimular mis caninos mientras extiendo la tarjeta de crédito a la hermosa escultura de ébano que, también sonriente, me regala una práctica bolsa en la que transporto hasta mi cueva tan preciado botín.  

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