Revista Libros
Selena Millares. La isla del fin del mundo
Publicado el 02 julio 2018 por Santosdominguez @LecturaLectoresSelena Millares.La isla del fin del mundo.Barataria. Madrid, 2018.
Ya no sé quién fui o qué sentido tuvo todo lo que fui. No sé si soy un resucitado o un recién nacido ni en qué vida he vuelto a nacer. Pero no olvido.
Ese es uno de los párrafos finales de La isla del fin del mundo, la espléndida novela de Selena Millares que publica Barataria.
Construida como una novela itinerante que tiene como eje la búsqueda y el viaje hacia la utopía, su narrador protagonista, el irlandés Aidan Fitzwater lo escribe como un relato rememorativo desde la isla de los mil nombres, desde un prodigioso espacio sin tiempo pero con memoria.
Hasta llegar a ese momento, ha transcurrido una larga peripecia que se había iniciado en el puerto irlandés de Waterford. A bordo de la Hibernia y en los años previos a la Revolución francesa, se iniciaba así una larga y agitada búsqueda que tiene como fondo histórico el siglo de las luces y sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad.
Y dos utopías como horizonte y motor de la novela y de las búsquedas que la sostienen: la de la isla de San Brandán –cada irlandés tiene dentro un Brandán, le dice McGregor, el capitán de la nave- y la de Marella, la tabernera viuda de Burdeos de la que se había enamorado y cuyo recuerdo recorre la obra.
En ese viaje por la esperanza hasta llegar a la isla del fin del mundo, le han acompañado personajes como sus amigos Ewan el contramaestre o Pedro, el cocinero jamaicano, y enemigos como Seamus, el agrio sobrecargo con el que tiene un inesperado desencuentro que le complicará la vida.
Un viaje en busca del paraíso con estaciones de paso como el puerto de Burdeos, su tráfico de esclavos y sus naves negreras o el comercio clandestino de libros prohibidos de Voltaire o de novelas eróticas que circularon en abundancia en aquel nuevo tiempo de vitalismo y esperanza.
Y desde Burdeos, un viaje por tierra hasta Madrid, donde Fitzwater conversa sobre la isla de San Borondón con el Abate Viera, ilustrado y autor de una Historia general de las islas de Canaria. En la capital conoce también al libertino conde Pratolini y al mago Pellegrini, que le profetiza desgracias si no se aleja del mar.
Después de embarcar en Cádiz en la Hibernia para viajar hasta Tenerife y El Hierro, no tardarán en concretarse esas desgracias, porque será denunciado ante la Inquisición y encerrado en una celda, de la que sale gravemente enfermo para acabar en un convento de monjas.
A partir de ese momento, el sueño y la vigilia, la vida y la muerte se confunden en la experiencia del narrador, que escribe desde la isla de los muertos.
Con La isla del fin del mundo Selena Millares ha creado una novela absorbente, de admirable y sostenido ritmo narrativo, escrita con una prosa intachable y fluida, desde sus líneas iniciales, que rememoran el comienzo de ese viaje de una isla a otra:
Habíamos zarpado de madrugada, y me parece sentir todavía aquel frío en la piel, helada y casi insensible, mientras el barco avanzaba. El viento silbaba en mis oídos y me aislaba de la realidad, de todas aquellas voces que sonaban lejanas a mi alrededor. Pensé, en aquel momento, que tal vez era algo así lo que escuchaba una criatura en el vientre materno, algo como ese zumbido, mientras se imponía la sensación de flotar, de mecerse en un vaivén rítmico que adormecía y acunaba. Era la primera vez que viajaba en barco, y la primera que me alejaba de la vieja Irlanda, mi Ínsula Sacra, mi amada Isla Esmeralda. Aún no sabía que jamás había de volver.
Santos Domínguez