
Los viajes son un hiato en la vida, un paréntesis en el que ocurren cosas que no existen en neustra cotidianeidad, pelusas impalpables desconectadas de ese hilo que contiene, entre sus dos puntas, toda nuestra historia. Casi podríamos decir que los viajes no existen en el tiempo, excepto por la impronta que nos dejan. El bronceado de la playa, las fotos en el facebook y ese algo irrepetible e inmaterial que se ve, si te fijas muy detenidamente, en los ojos recién vueltos de la terminal: el cambio. Nos gustaría volver a sentir ese cambio, por algo nos seguimos yendo, pero cada viaje es único, es como ver una película por primera vez, con la salvedad de que el viaje (o, más bien, la experiencia de cambio) sólo está en nuestra memoria, esa perra escurridiza que se esfuerza por escapársenos. Helo, el problema: ¿cómo asegurar la memoria? ¡Pues, un compañero de ruta que nos recuerde los detalles! Y así, a pedido del público, esta semana les traemos discos ruteros, discos mochileros, turistas y golondrinas regulares, música para marcar el ritmo de las nubes, las estelas o la carretera y, luego, para ser parteros de la memoria. En fin, música para viajar.