Nuestra democracia es comparable a cualquier otra. Y mejor que la mayoría
Estamos perdiendo nuestra democracia. A cambio de nada que la mejore. No es una sociedad perfecta, eso no existe, la sociedad democrática no asegura la inexistencia de dificultades, es un sistema que permite, mejor que otros, debatir problemas, buscar y encontrar soluciones que satisfagan a amplias mayorías, también permite modificar rumbo y organización. La democracia española tiene muchos defectos, pero antes de seguir adelante con el derribo del edificio deberíamos plantearnos si tenemos garantías de sustituirlo por algo mejor que solucione nuestros problemas, o solo contamos con pocas ideas sobre paraísos perdidos, deberíamos preguntarnos si tenemos ungüentos mágicos o religiosos que aseguren el puerto al que llegar.
Podríamos intentar arreglar los desperfectos, para lo cual, previamente, deberíamos reconocer que la sociedad en que vivimos merece la pena, comparándola con otras. Reformar, corregir, precisa objetivos precisos basados en analizar lo concreto, dejando en segundo plano las referencias a paraísos y cielos. El reto es parar la caída libre en que estamos instalados los últimos tres lustros y conseguir mejorar lo anterior. En los últimos cuarenta años los españoles hemos vivido el período más largo de nuestra historia con mayor libertad, igualdad, fraternidad o solidaridad y justicia, como irán comprobando en este trabajo que pondrá análisis, hechos y datos, en relación con nuestra historia pasada y con el resto del mundo, en definitiva, compararnos con los otros 200 países y con nosotros mismos.
Los artífices de la democracia, fueron centenares de miles de españoles que se significaron en luchas contra el modelo de sociedad que significaba el franquismo. Franco murió en la cama, pero el franquismo modelo de continuidad, suavizado, como propuesta de nueva sociedad por algunos, fue derrotado en la Transición. Los individuos supuestamente influyentes, esos personajes renombrados por la prensa, conocidos por sus agendas o por ocupar puestos de poder institucional, o aquellos que elaboraron proyectos estratégicos escritos, tuvieron un papel, sin duda, pero nunca fueron los constructores de la democracia, en todo caso participaron como otros miles en el resultado de la transición, no debemos perder de vista que su influencia fue diluida en el conjunto de luchas sostenidas en el tiempo, su autoridad fue cambiante, de unos a otros, de un mes a otro. Los enormes cambios producidos en la España democrática hubieran sido impensables sin la participación de millones de personas, colectivos de obreros, empleados, estudiantes, vecinos, intelectuales, profesionales… Y las mujeres.
‘La deficiente condición de nuestra democracia actual
tiene evidente relación con nuestra historia…’
‘C de España’, página 37
En política no existe el vacío, el espacio abandonado, es ocupado por otras fuerzas, sucede con el padrinazgo de la democracia española que está siendo abandonado por sectores de izquierdas, algunos que lucharon por el ideal democrático se desengañaron, otros lucharon por distintos ideales, pero con su esfuerzo contribuyeron a construir esta sociedad, aunque no se sintieron partícipes ni representados en sus logros. Otros más jóvenes, desafectos, indignados, no vivieron el franquismo y creen que lo que los rodea fue regalado, pretendiendo ahora el nacimiento de la nueva humanidad. Existen los que, durante el franquismo, no hicieron nada por cambiar la sociedad, y pretenden hacerlo ahora cuestionándolo todo. Ellos y otros muchos, han dado crédito a lo negativo de nuestra historia, solamente, sin considerar que toda moneda tiene dos lados, y toda realidad múltiples aspectos. Sin reconocer lo hecho, sin valorar la realidad actual, están abriendo puertas al revisionismo franquista identificando aquella negra realidad con estos logros.
El resultado es que el padrinazgo de la Constitución, de la democracia, se lo están apropiando sectores derechosos que se opusieron a ella, apoyándose en sectores de indiferentes y nostálgicos franquistas sociológicos. Ocurre que, esas derechas ahora expiden los carnets de demócrata o constitucionalista, engañan embelleciendo el pasado franquista, aprovechan los resquicios facilitados por los críticos de la democracia, que, al cabo, se alejan sin aceptar su contribución a la misma, dejando entrever en sus críticas intencionalidad de abandono y derribo. Las derechas en el pasado se apropiaron de símbolos e historias, en ocasiones abandonados, dejamos que nos los quitaran sin resistirnos, entre otras causas, porque muchas veces los éxitos no los consideramos nuestros, otras veces aceptamos su relato sin investigar la realidad con otra mirada.
A menudo entre la gente que nos rodea, o en las redes, para emitir juicio, no se tiene en cuenta más que la situación particular que afecta a cada cual -lo mio es lo general, mi caso es lo único- pretendiendo generalizarla para todo el país, olvidando que, siempre y en todo lugar hubo y habrá adversarios, siempre habrá contrarios a cualquier cosa… y aliados en intereses diferentes a los de otros grupos, en consecuencia es un error actuar como si toda nación fuera homogénea; como hubo franquistas se olvidan de los antifranquistas, hubo esclavistas se olvidan de los humanistas… sigue habiendo enterrados en las cunetas, enorme lacra existente, y las desigualdades han aumentado con la crisis, pero no deben olvidar otros cambios que realmente se han producido en los últimos cuarenta años, en la buena dirección de mayor libertad, igualdad y fraternidad, para el conjunto de los españoles.
Ningún olvido es deseable. Pero aceptemos que en la vida real conviven situaciones contradictorias, en toda nación, en todo territorio, admitamos que es imposible prescindir de los contrarios, ni en las mayores represiones conocidas de antaño fueron exterminados totalmente los otros, los enemigos, mucho menos posible es en la actualidad con diversidad de ojos de todas partes mirándolo todo. Así, mejor admitir que en el paquete nacional hay la suficiente diversidad como para buscar cada cual sus preferencias, y encontrarlas, tanto las negativas como las positivas. Luego hacer balance y resaltar la calidad de lo mayoritario y luchar por corregir lo defectuoso. Será mejor que negar la realidad, lo cual supone aceptar la derrota del olvido de lo positivo y dejar el campo libre a los contrarios, a los que tienen la estrategia de echarnos de la democracia, de la Constitución.
Aquí se intentarán exponer las bondades de la democracia española, que también existen. Por momentos se utilizará como guía el reciente libro de un amigo, ‘C de España’ al que se hace referencia, por entender que las ideas expresadas en el mismo son comprensivas de una postura política representativa de algunos sectores activistas de aceras de izquierdas. Se pretende dar un rápido repaso a diversos parámetros, datos y comparaciones internacionales, que nos permitan valorar la realidad en la que vivimos algo más positivamente que la que muestran habitualmente individuos indignados y/o desanimados, también los medios de comunicación, que solo consideran noticia lo desastroso, sin olvidar los nacionalismos catalán y vasco que consideran la España actual un simple reflejo del franquismo. Este trabajo pretende proyectar otra mirada a lo español, a través de la percepción existente sobre nuestro país, tal como nos ven desde fuera y desde dentro buscando nuevas aportaciones, considerando que toda realidad contiene múltiples aspectos, no solo desagradables, para valorar más positivamente lo que tenemos antes de que nos lo quiten por nuestra desidia.
Juzgar la democracia de un país por el hecho de que su justicia acepte o niegue preferencia de un caso particular, es una aberración, como poco una chiquillada producto de esta época, en la que se quiere todo y ahora mismo y si no lo obtiene, calificará la sociedad actual de mierda. Las causas y ejemplos concretos que no cuadran con las propias ideas inundan todos los países y épocas, por ello mejor que aceptar su criterio particular, será atender los trabajos reputados internacionalmente respecto a la calidad de las democracias, tales como el Democracy Index de The Economist Intelligence Unit, o los de Freedom House, o bien Rule of law index, de World Justicie Projet, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, y otros que analizan con similares criterios múltiples aspectos de la realidad de cada país, emitiendo cualificaciones de gobiernos e instituciones, y de las sociedades.
Añadan y estudien otros trabajos y comprenderán que no hay naciones inmaculadas. No existen los santos, ni entre las personas, ni entre los países. Solo en la mitología cristiana, o nacionalista se pueden encontrar figuras perfectas, estatuas o pinturas de gente de mentira, que la religión transmitió al mundo de las derechas e izquierdas que buscaron hacer santos de sus líderes. Hasta que se dieron de bruces con la realidad. Ni personas, ni países, nadie es inmaculado por mucho que sean nuestros líderes o figuras, en futbol, ópera, música, cine, política o religión. Escarbando siempre salen los otros aspectos hijoputas que todos tenemos, la cuestión es comparar y ver si tenemos un 80% de oscuridad y los otros un 20%, o al revés.