Revista Diario
Esta semana es la semana del parto respetado y por ello he pensado que es la ocasión ideal de contaros mi parto tal y como fue.Ya os conté mi experiencia anterior en la semana contra la violencia obstétrica donde expliqué la terrible experiencia en mi anterior y primer parto (podéis leerlo aquí), por suerte, han cambiando bastante las cosas.
Como ya todos sabéis, di a luz hace una semana a mi pequeña Angela en un parto que, aunque con aún muchas cosas mejorables y con cosas que no venían a cuento, me sentí realmente respetada, apoyada e informada durante todo el proceso del parto por las matronas que me atendieron.Seguro que habrá alguien que me dirá que no fue para tanto, que no fue totalmente humanizado, que hubo cosas que no respetaron o que no se pudieron hacer dadas las circunstancias, pero para mí si lo fue, repetiría un parto así muchas veces a pesar de no ser el parto que realmente deseaba.
Paso a relatarlo:
Llevaba ya varias semanas en pródromos, tremendas y regulares contracciones que no terminaban en parto un día, y otro y otro…una semana y otra sin terminar de arrancar. Dolores, molestias, cansancio…mucho cansancio…que me hicieron estar un poco desganada.Como dije en nuestra página de Facebook, me sentía como en el cuento de Pedro y el lobo, que de tanto avisar, cuando llegase de verdad el momento no me lo iba a creer…
Llegó el día 12 de mayo por la noche y me acosté, como en noches anteriores, con muchas molestias.. Amanecí el día 13 con un fuerte crujido en mi pelvis y dolor….noté como la cabecita de mi hija se encajaba. Desde entonces….comencé a tener contracciones, cada vez más molestas pero irregulares todavía, pero como os dije, no lo identifiqué como trabajo de parto porque no sabía distinguirlo de todo lo que había sentido todo este tiempo, no pensaba que fuera el día...
Esa tarde estaba con un tremendo bajón emocional. Estaba de 41 semanas y mi parto no llegaba mucho….esa tarde, mi admirada Mónica Felipe me invitó a una de sus sesiones de relajación para embarazadas para animarme, pero tenía tantos dolores que no me atreví a ir…pues tenía que ir sola. Así que eché mano de otras relajaciones que tenía a mano: la que nos dio nuestra matrona en las clases y el maravilloso audio que una de las tantas doulas maravillosas que tengo la suerte de tener como amigas me había pasado sobre visualización del parto. Aproveché que mi pequeño “Casato” dormía y me puse manos a la obra.. Después…me sentía mucho más tranquila y segura…
Llegó la noche, mientras cenábamos comprobé que no podía estar sentada, me molestaba mucho…ahí comencé a sospechar de que el parto se acercaba.
A las dos de la mañana tuve que levantarme de la cama, después de llevar un rato con contracciones. Mi marido se levantó conmigo y controlando las contracciones, cada vez más duraderas, intensas y regulares… Fui al baño y vi que estaba manchando un poco. Ya era definitivo, estaba en trabajo de parto…
Ese tiempo en casa, modificando, dilatando…llegando a parto de verdad…fue maraviloso.De noche, en silencio, oscuridad y con los brazos de mi hombre arropándome. Besándonos, abrazándonos, dándome la calidez y la serenidad que necesitaba cuando aparecía el dolor.Con sus manos posadas en mis lumbares entre contracción y contracción, aportándome un calor que me hacía mucho bien.
Y yo, apoyada, moviendo mi pelvis, respirando de manera consciente y dejándome llevar por esa “ola” de la que ya me habían hablado.
Y yo………..cada vez más drogada….drogada de las maravillosas hormonas que ponen en marcha el parto….esas que te hacen sentir en una nube a pesar del dolor… Era muy llevadero, me sentía bien y muy fuerte y poderosa.
A las cuatro me tumbé en el sofá a descansar un poco. A las cuatro y media noté otro nuevo crujido fuerte, noté como bajaba la cabeza de mi pequeña. Al levantarme, ayudada por las manos de mi hombre, rompí aguas, una experiencia que nunca había tenido… Inmediatamente le pregunté: -¿están claras?- y entonces vi la cara de mi marido…. –no, están manchadas…-.El líquido venía bastante teñido de meconio, por lo que, como nos habían indicado, decidimos que teníamos que irnos al maternal.
Comencé a sentirme muy nerviosa…ya sabéis el miedo que tenía a una nueva inducción…a la oxitocina sintética…lo horroroso que fue para mí mi primer parto, por lo que me puse muy nerviosa pensando en que aun no hubiera dilatado como para estar de parto, pensando en el gotero…en la cama, las correas…en no poder moverme…. Mi marido se marchó a recoger a mi suegra, que se quedaría aquí en casa con el pequeño Casato, mientras, yo me duché, cosa que me alivió y además me calmó bastante…aunque el miedo seguía estando presente dentro de mí.. Estaba preparada para lo que viniera, lo tenía asumido pero…miedo siempre hay.Cuando llegaron nos marchamos inmediatamente.
Ya eran las cinco. Al llegar me atendieron en seguida, pues no había nadie más. En la consulta de urgencias volví a echar bastante líquido, me hicieron un tacto, me dieron un camisón y me dijeron que me llevaban directamente a dilatación.-¿Y qué va a pasar ahora?- les pregunté con más miedo que vergüenza… -pues nada, a dilatar tranquila, estás de parto, tienes 4 centímetros, si hubieras venido sin contracciones hubiéramos tenido que inducirte pero es evidente que te dan contracciones a menudo y además ya estás de parto- me dijo la obstetra…El alivio fue enorme, me sentía muy relajada y segura de nuevo, muy feliz.
Vino una celadora a por mí, me preguntaron si quería una silla y les dije que no, quería ir andando. Y así lo hicimos y me asignaron una sala de dilatación que, dadas las horas, por suerte fue para mí sola (ya sabéis que allí cuando hay muchas parturientas aún se comparten).Además había algo distinto, se respiraba otro ambiente…mucho más relajado.
Mientras me asignaban matrona, me atendieron una chica y un chico muy amables. Me pidieron que me tumbara para ponerme el cardiotocógrafo y les dije que necesitaba estar de pie, que, por favor no me dejaran tumbada. Me explicaron que solo estaría tumbada mientras me ponían las correas, que luego podría estar de pie, tumbada o como deseara. Y así fue. Solo el momento para ponérmelas y encontrar el latido de mi pequeña y me fui al suelo. De pie me encontraba bien.
Pronto me asignaron matrona, una mujer que pronto mostró su verdadero ser, una mujer amable, cariñosa, cercana y sobre todo respetuosa. Me puso la vía como acordamos en el plan de parto, le dije que había llevado agua, Aquarius…que no quería suero de momento. Y así fue. Me canalizó la via y la dejó cerrada, tal como yo había aceptado. Me dijo que allí tenían agua y Aquarius fresquitos para darme, que no solo podía beber ahora sino también con el suero puesto incluso con la epidural, cosa que me sorprendió gratamente dado que hace tres años no me dejaron ni mojarme los labios a pesar de la enorme sed que tuve durante tanta hora de trabajo de parto. Así que tanto en casa como en el maternal estuve todo el tiempo bebiendo, el cuerpo me pedía líquido desesperadamente. Cuando tuvo todo al día se marchó y cerró la puerta.
Y allí, en aquella sala nos quedamos mi hombre y yo, a solas, dilatando, adentrándonos de nuevo en nuestro planeta parto, con nuestras caricias, nuestros besos…nuestros abrazos y así me fui relajando.Evidentemente no fue la intimidad y la seguridad que aporta tu hogar….pero como os he dicho, algo había cambiado en aquel hospital, la hostilidad que sentía en aquel lugar hasta el momento desapareció, me encontraba muy bien, me sentía respetada, no agobiaban, no molestaban… me sentía muy bien…
Pero de pronto, sin saber por qué, comencé a temblar. Mi cuerpo temblaba sin que yo lo pudiera controlar. Se lo dije a la matrona y me preguntó si había estado nerviosa, le dije que si, que sentí mucho miedo pensando en la inducción, me explicó que cuando segregas un exceso de adrenalina por estrés, ansiedad o miedo a veces tu cuerpo no sabe gestionarlo y aparecen los temblores cuando más tranquila estás, que intentara relajarme y sobrellevarlo.Y así lo hice…como pude, pues me era muy molesto temblar de ese modo a pesar de sentirme tan tranquila….
Me hicieron otro tacto a las siete de la mañana, la cosa iba muy bien, 7 centímetros. El dolor y la frecuencia de las contracciones aumentaba considerablemente, como dice mi matrona, esos tres últimos centímetros son los más duros, aunque el hecho de seguir dilatando de pie, sentada a ratitos, me hacía sobrellevarlo mejor.
Pero los temblores aumentaban con cada contracción hasta que llegó el punto en el que no controlaba las piernas y me caía, no podía sostenerlas, así que me vi obligada a subir a la cama aunque no quisiera. Me hicieron otro tacto porque el parto iba muy rápido y ya estaba dilatada de algo más de 8 centímetros.
Así que como no me quedaba más remedio que estar tumbada sufriendo, ahora si, los dolores cada vez mayores accedí a ponerme un poco de analgesia epidural advirtiéndoles que quería poca, la suficiente para aliviar pero lo justo para no perder el control de mi parto. Pero en ese momento los anestesistas estaban en una cesárea así que me tocó esperar…
Pronto comenzaron los pujos, esas ganas incontrolables de empujar a tu bebé hacia la salida, así que comencé a hacerlo como pude, pues, una vez más los temblores no me dejaban tener control en absoluto.Así que los dolores comenzaron a ser más fuertes, seguidos de los temblores, tanto que ya nada me servía para relajarme con las contracciones: ni respiración consciente, ni pensamientos positivos, ni mi hombre a mi lado apoyando y ayudando…Entonces, recordé la ley de esfínteres de Ina May Gaskin: boca abierta=cerviz abierto; garganta abierta= vagina abierta y de cómo la vocalización durante el parto nos puede ayudar enormemente. Así que cuando sentí la siguiente contracción y las ganas de pujar, cambié la respiración por vocalización…..comenzando suave y subiendo cada vez más conforme lo iba necesitando, acabé casi gritando, pero no eran gritos de dolor, eran controlados...parecía mágico, pero si, sentía sin lugar a dudas como mi cérvix y mi vagina se abrían mucho más que antes, como con cada pujo el cuerpo de mi hija descendía por el canal de parto con más facilidad que antes…cuando gritaba el pujo era tremendo, mucho más fuerte, fue una sensación increible.Y esa vocalización no solo me sirvió para abrir mi cuerpo, sino también para liberar toda esa energía que se acumulaba dentro de mí, para sobrellevar mejor las contracciones mientras esperaba…
Cuando me pusieron la epidural tal y como yo pedí, ya estaba de 9 centímetros, eran cerca de las 9 y ya faltaba nada para el gran momento. Me pusieron la justa para relajarme durante un ratito, podía seguir moviéndome con normalidad, solo sentía las piernas un poco dormidas, de hecho a la media hora sentía como mis piernas y mi cintura se iban despertando de la analgesia y volvía a sentir las contracciones cada vez más intensas y mis pujos con normalidad.
Y ahora, por fin, sin temblores, pude seguir con mi parto como necesitaba en ese momento. Entonces, cuando por fin pude volver a relajarme del todo, pude regresar a mi planeta parto y terminar el trabajo como merecíamos mi hija y yo: en intimidad, con mi hombre a mi lado ayudándome, amándome…con mi cuerpo inundado de hormonas maravillosas que me hacían sentir muy feliz, de hecho recuerdo cómo no podía dejar de exclamar –¡estoy muy feliz, cariño, muy feliz, por fin puedo vivir mi parto, me siento muy feliz!-.
Además estaba muy receptiva a las caricias y los besos de mi hombre, no podía dejar de decirle lo mucho que lo quería…recuerdo que una vez cuando nos besamos inmediatamente sentí una contracción y un pujo enormes, entonces me dio la risa y le dije a mi marido: -oxitocina natural, mmmmmmmmmm- jajajaja, hoy me da la risa recordándolo….pero el tener conciencia de mi parto, de cómo funciona todo el proceso me ayudó muchísimo… Hoy os puedo afirmar que mi parto ha sido el momento más romántico y sensual que he tenido en mucho tiempo, a pesar de estar en un hospital.
Cuando ya estaba dilatada y casi coronando la matrona animó a mi marido a tocar la cabeza de nuestra bebé, le dio un guante y le indicó cómo hacerlo…a pesar de su miedo accedió, como le dijo la matrona, nunca iba a tener otra vivencia como esa. Al final se alegra mucho de haberlo hecho y yo también de que él haya sido el primero en tocar a nuestra hija.
Cuando ya estaba casi coronando pregunté a la matrona si podía parir allí en la cama, en dilatación, pero me explicó que al tener tanto meconio y al haber sufrimiento fetal tenía que estar en paritorio porque le tenían que aspirar inmediatamente y la tenían que ver las pediatras para comprobar que todo iba bien, por lo que no era recomendable parir allí... No sé si hay más opciones o no, no conozco bien el protocolo en estos casos, pero ante el bienestar de mi pequeña y dado que ya estaba casi hecho accedí sin problema.
A las 9 y 35 de la mañana fuimos a paritorio, comencé a dejarme llevar por mis pujos, que aunque ahora dolían más por la posición, los llevaba muy bien, gritando entre uno y otro –hija mía, ya estás aquí-. Recuerdo que me preguntaron si sentía mucho dolor y les dije que si, pero que me daba igual, que ya estaba aquí. Pude sentir la cabeza de mi hija descendiendo hasta el periné, ese famoso “aro de fuego” que te anuncia que tu bebé ya está aquí y a las 9:50 de la mañana, después de tan solo cuatro pujos maravillosos y conscientes, pujos naturales y no guiados, sentí cómo salía la cabeza de mi hija, sentí cómo sus hombros rotaban aún dentro de mí y cómo su pequeño cuerpo salía del mío… os aseguro que ha sido la experiencia más gratificante de mi vida, poder sentir cómo ayudaba a mi hija a salir, poder sentirla salir de mi cuerpo…el dolor dio paso al placer, al amor, a la emoción y a la felicidad. Solo quería abrazar a mi hija… Fueron tan solo tres o cuatro minutos los que tardaron en aspirarle y reconocerla y a tan solo un par de metro s de mí, en el mismo paritorio y en nuestra presencia, pero a mí se me hicieron eternos...
Y aquí vienen las dos cosas que no me respetaron y que hicieron mal:
1º Las pediatras no lo hicieron nada bien dejando a mi hija liada en la cuna calefactada en el mismo paritorio una vez que la reconocieron y vieron que estaba bien, en vez de ponerla en mi pecho, me fastidió que me pusieran como excusa que allí estaba calentita, así que les dije que más caliente y segura estaría en mi pecho, tuve que exigir que me dieran a mi hija que lloraba…y entonces me la dieron…liada….la tuve que desliar yo de la manta y ponerla sobre mi pecho, entonces, nada más estar sobre mí y sentirme y escucharme, dejó de llorar y abrió sus enormes ojos para mirarme. Y entonces, al ver su carita y sus ojos, me enamoré de golpe para toda la vida…y desde entonces, no me he separado de ella ni un momento.
2º, No sé por qué motivo se empeñaron en sacar la placenta de manera manual desde el primer momento, porque no existía ningún motivo para no esperar a que se desprendiera sola… Y como en ese momento yo estaba pendiente de que me devolvieran a mi hija tampoco me di mucha cuenta y las dejé hacer… recuerdo que una preguntó: -¿Cuánto lleva?, diez minutos no?-, y entonces yo le dije que diese tiempo a que se desprendiera, que no había tanta prisa…y la matrona que me atendió durante el trabajo de parto asintió y dijo que todo requiere su tiempo…
En planta nos trataron bien, como siempre. Se tomaron muchísimo interés en cuanto a la lactancia materna, demostraron interés por que las madres amamanten a sus bebés, así como con el contacto piel con piel para fomentar el vínculo madre e hijo, del cual me hablaron más de una enfermera durante nuestra estancia en planta. A las 24 horas nos dieron el alta y al día siguiente de parir a mi hija ya estábamos en casa los cuatro.
Así que al final, exceptuando estos dos puntos finales, siento que mi parto fue respetado, quizá en unos meses lo siento de otro modo pero de momento lo siento así.
Un parto respetado no siempre es equivalente a un parto humanizado, pues, por desgracia, a veces las cosas se complican como fue nuestro caso con el meconio y el sufrimiento fetal, por lo que un parto totalmente humanizado dejando a un lado medicina y tecnología, puede no ser tan seguro, porque la medicina y todos los avances están a nuestra disposición para estos casos y solo los usaron cuando fue necesario.
Porque, después de entregar mi plan de parto semanas antes, sentí que realmente me habían respetado, simplemente porque nos habían brindado el respeto y la intimidad que necesitamos en todo momento, porque me dejaron llevar mi trabajo de parto como lo necesitaba, andando, de pie, sentada, moviendo mi pelvis o como necesitara en cada momento, porque pude comer y beber todo cuanto necesité, porque respetaron todas mis decisiones en cada momento y porque cuando hubo algo que hacer fuera de mis deseos me explicaron los motivos y aun así me dieron poder de elección.
Porque me hicieron protagonista de mi parto, porque me apoyaron y porque le dieron a mi hombre el protagonismo que también se merecía, prestándole la atención y el apoyo que también necesitaba en ese momento, porque también lo hicieron sentir importante en nuestro parto al igual que hicieron conmigo.
A día de hoy sé que de no ser por ese temblor insoportable, a no ser por tener que ir a paritorio y estar controlada por las correas hasta el final por el sufrimiento de mi pequeña por el meconio, hubiera podido parir sin epidural, en ese tan ansiado parto vertical y como deseaba realmente. Pero a pesar de no poder haber tenido ese “parto soñado” que tan difícil de conseguir es, siento que mi parto fue realmente respetado a pesar de lo que ya he contado, pues me sentí protagonista, me respetaron y me dieron la libertad que todas deberíamos poder experimentar durante nuestro parto.
Un parto respetado es aquel en el que se respeta todo el proceso de parto como algo natural, en el que se respetan las voluntades y la libertad de la mujer sobre su parto. Un parto respetado es aquel en el que la mujer se siente eso, RESPETADA, y así me he sentido yo.
Esta vez mi experiencia de parto ha estado a años luz del anterior, ha mejorado muchísimo y aunque aún les queden mucho camino por avanzar van por buen camino y al menos yo me siento muy feliz y satisfecha con mi parto.