La forma más fácil de activar una semilla es llevando a cabo un procedimiento común en horticultura, que consiste en ponerla a remojo varias veces en agua. En teoría las semillas deben estar sumergidas dentro de un bote de cristal entre 8 y 12 horas. Tienen que ser semillas o frutos secos, crudos, es decir, al natural, que no estén tratados o tostados.
¿Para que sirve este proceso?
De esta manera se eliminan restos de hongos y micotoxinas. Y más importante aún, se liberan al agua antinutrientes e inhibidores enzimáticos y se activan los nutrientes que contienen estos alimentos, como vitaminas o minerales. Además la hidratación transforma el almidón en glucosa absorbible, lo que ayuda a aligerar nuestras digestiones.
Es la mejor manera de sacar provecho a sus múltiples beneficios nutricionales.