Veo una cosa roja en medio de las hojas. Me llama la atención. La he visto antes. Instintivamente la tomo con la mano, es fruta, no pincha, no quema, me la meto en la boca y aplico fuerza con mis dientes. He intentado otras veces romperlas y abrirla con las manos, pero al final me pongo perdido y pegajoso para total, acabar el trozo en mi boca. No necesito saber el nombre del fruto ni del árbol. El sabor dulce inunda mi boca, lo disfruto, me hace sentir bien. Si no fuese así, ya la habría tirado. Recordaría que en otra ocasión no me gustó su sabor. Cuando me he comido una o dos piezas me siento tranquilo, no necesito otra cosa, mi cuerpo se relaja y siento que puedo estar un tiempo sin buscar otra cosa. Si alguna vez estoy muy cansado por una larga caminata o por el calor, comer esta fruta me calma, me tranquiliza.
Si esto es bueno para mi, si me hace sentir bien, debe serlo para otros. Otros que no he visto nunca no me importan. Otros que no conozco no deben tocar mi fruta. La he encontrado yo antes. Otros que no conozco me dan miedo. A otros que no conozco los odio si tocan mi fruta o se acercan a mi sitio. Deben querer la fruta pero no se lo permitiré.
Otros que sí conozco y veo cada día si pueden cogerla. Otros que viven conmigo no me dan miedo. Me gusta que esos otros me toquen y se acerquen a mi. Mi fruta y mi sitio si son para ellos. Mi fruta les puede sentar bien si hace calor o están cansados. Yo les daré mi fruta.
Cuando hay poca fruta cerca de donde solemos estar, debemos viajar para buscarla. Los más viejos saben dónde crece la fruta y cuándo debemos ir a buscarla. Han estado muchas veces. Han recorrido el camino muchas veces. Algunos sitios los descubrieron ellos. Otros se los enseñaron otros que eran viejos antes y ahora no existen. Los más viejos y sabios hacen dibujos en la arena. Formas sinuosas que indican el camino y la dirección respecto a la gran fuente de luz que calienta. Formas redondas indican el sitio donde está la fruta. Un puñado de tierra roja indica que debemos coger la fruta si es de ese color. Formas redondas con tierra roja indican que es el momento de ir a buscar fruta.
Todas las cosa que he descrito aquí no requieren decir ni una sola palabra. No requieren de un lenguaje ni de un simbolismo complejo. Las sensaciones (dulce, bienestar, hambre, satisfacción), los sentimientos (odio, amor, miedo), los indicios y los iconos (colores, formas de la fruta, caminos en la arena con dirección exacta). Se pueden elaborar planes de acción, se puede pensar y sentir sin necesidad de un lenguaje. Sin poner nombre a la manzana, ni al color, ni al sentimiento, ni al trazo ni a las personas. Sin embargo, no se puede contar a otros que esto está pasando en otra cueva. Eso solo se puede transmitir con un simbolismo y un lenguaje como el que yo estoy usando.
Podemos pensar sin palabras y la prueba está en mi hijo Mario, que pensaba antes de cumplir los dos años y tener un lenguaje. Mario observaba causas y sus efectos y después de repetir las veces suficientes una acción indicaba con un dedo exáctamente lo que quería y no otra cosa. No tenía lenguaje, pero sabía lo que quería y lo pensaba.
Lo que sucede es que una vez que pensamos con palabras y símbolos nos cuesta mucho en pensar cómo se pensaba cuando no teníamos esas herramientas. De alguna forma, el pensamiento es la creación y relación de diversas ideas. Esas ideas pueden ser imágenes y experiencias, sonidos, sabores y sensaciones... pero no palabras. Las palabras lo facilitan mucho y hacen el pensamiento mucho más complejo, pero no son necesarias.
Pero se puede pensar sin palabras. Mario sabía lo que quería antes de hablar. Y sabía hablar y expresarse perfectamente (bueno... aceptablemente) antes de aprender a leer y escribir. Por tanto el pensamiento es antes que el lenguaje.
En este sentido el lenguaje, como decía Jean Piaget, es una forma de liberar el pensamiento de la acción.
Aunque obviamente, el pensamiento con lenguaje es muchos rico, complejo, detallado. De otra forma no podría ordenar mis pensamientos para escribir este texto que sale directamente de mi cerebro y entra en el tuyo.