Sosiego.
Libertad.
Los montañeros aparcan el coche en Majavilán, al fondo de las Dehesas de Cercedilla entre las últimas estrellas y la aurora. Los pinares suenan a rumor del aire y trinos de pájaros mientras calzamos las botas y acoplamos los bastones de montaña con la mochila ya a la espalda.
El arroyo Majavilán es una sinfonía de agua esta mañana de cálido invierno, mientras subimos buscando el Camino Viejo de Segovia nos saluda el alba entre púrpura y brillos de cristal reflejados en la naturaleza que está cambiando la escarcha por gotas de luz.
En el Camino Viejo de Segovia tenemos que cruzar arroyos y puentes.
El camino es muy conocido pero podría aparecer en cualquier momento un águila nueva o un corzo saltarín, podría descubrir un castillo encantado o un barco surcando la atmósfera de luz en el rastro que han dejado las estrellas.
El último tramo de ascenso hasta el Puerto de la Fuenfría lo hacemos por la Calzada Romana de empedrado nuevo. Arriba, la neblina ha dado paso a la luz de la mañana que envuelve los pinos mostrando diversos senderos posibles, monte arriba hacia el Collado Ventoso o hacia Montón de Trigo, caminos buscando el Puerto de Navacerrada o la Fuente de la Reina monte abajo.
El Puerto de la Fuenfría es cruce de senderos que invitan a diferentes recorridos.
Los montañeros tomamos la Senda del Infante, sendero amplio por donde nos encontraremos algún paseante y varios ciclistas en este caminar casi llano entre el sol y las sombras que nos entregan las altas laderas de Cerro Minguete primero y después Peña Bercial. El agua suena a serenidad y fortaleza por estos ribazos de pinos y helechos, de acebos luminosos y variados espinos.
Los arroyos hunden suavemente su curso entre la maleza y la piedra; los arroyos son música de agua y violín recorriendo la montaña y los corazones. Llegamos a la fuente de la Senda del Infante y nos sentamos al rumor acogedor de su agua para comer el queso y la manzana. Junto a nosotros el carbonero garrapinos conversa y revolotea confiado.
La Fuente de la Senda del Infante entre música de agua y de pájaros.
El sol se asoma y se esconde entre las ramas en un juego continuo de naturaleza y vida; el sol agranda el espacio y lleva nuestra vista hacia el valle profundo entre el verdor y la inmensidad, hacia el agua sosegada en el embalse y la lejana ciudad de rascacielos y corazones preocupados y doloridos por la vida.
Por los caminos se me ha ido la vista y el pensamiento en busca de otras tierras y de otras gentes que llenan el espíritu de sueños y deseos de paz. La Senda del Infante y sus montañas son medicamento que entregan al alma sosiego y libertad. Pronto llegaremos al Collado de Marichiva para descender la larga y pedregosa senda que nos deposita, de nuevo, en el aparcamiento de Majavilán.
Javier Agra.