Poltergeist – Dir. Tobe Hopper – Año 1.982
«Carol Anne, ve hacia la luz«, le decían las voces a aquella dulce niña en la famosa película de terror Poltergeist.
Si bien esto no es un blog de cine, ni el senderismo una película de miedo, sí que debería darte pavor salir a la montaña sin algún artefacto que te permita ver cuando el sol ya no ilumine tu camino y no acabar perdido entre tinieblas.
Y cuando digo artefacto, me refiero a lo que todos recomendamos que se debe llevar en el equipo básico de senderismo, es decir, un frontal o una linterna (que por un momento te he visto con una calabaza de halloween en la mano).
Sí, has leído bien, una linterna, pero sólo si no tienes frontal. Caminar de noche con una mano ocupada sujetando la linterna te resta eficacia.
Esa mano ocupada te impediría, por ejemplo, consultar un mapa mientras manejas la brújula, tampoco podrías usar dos bastones, y además, en caso de caída la posibilidad de lesión en la muñeca es muy alta.
El frontal se sujeta a la frente mediante una cinta (algunos modelos ultraligeros utilizan un cordón), y permite enfocar el haz de luz hacia donde mires.
Son muchas las razones por las que te interesa tener las manos libres mientras vas por la montaña, incluso como le dije a nuestro amigo Miguel Esteban en nuestra última conversación, «si estas acampado y por la noche sientes una imperiosa necesidad de orinar, tener las manos libres resulta de lo más conveniente«, aunque él dice que es más de linterna, que el rollo CSI ese de ponerse la linterna en la boca le mola (cosas de polis).
Aclarado por qué mejor llevar frontal que linterna, y desaconsejándote eso de ir mordiendo cosas, pasaré a hablarte de los frontales, para que cuando vayas a comprar el tuyo (o a regalarle uno a tu Miguel de turno), sepas en qué te tienes que fijar.
Casi diría que hay un tipo de frontal por cada deporte de montaña (trekking, alpinismo, espeleo, barranquismo, trail running, etc…), aunque yo sólo te voy a hablar de las características que tiene que cumplir aquel frontal que debería acompañarte siempre en tus salidas de senderismo.
1.- Ligereza y tamaño
Si te compras un frontal barato (ojo, los he visto por tres euros en los chinos), seguro que es un trasto de un tamaño considerable, con bastante peso, y que al final optarás por no llevar en tu mochila.
Los principales fabricantes de estos artilugios (y aquí no voy a nombrarte marcas), tienen en su catálogo frontales que van entre los 70 y 100 gramos, a lo que tendrás que sumarle el peso de las pilas (las pilas AAA pesan unos 12 gramos cada una).
2.- Cantidad de luz, dispersión y alcance
Fundamental la cantidad de luz que el frontal sea capaz emitir. Así que no te compres un frontal muy ligero si apenas da la luz de una vela de cumpleaños o, llegado el momento de la verdad, no te servirá de gran cosa.
Para saber la cantidad de luz que son capaces de dar, deberás fijarte en los lúmenes (lm): a mayor número, mayor cantidad de luz. El rango de lúmenes mínimo que tiene que tener tu frontal para caminar es de unos 100, pero mi consejo es que compres uno de mayor luminosidad (300 o 400 lm).
Deberás también fijarte en el ángulo que abarca el haz de luz, de manera que puedas alumbrar una zona de un metro de diámetro por delante de ti o tener un frontal que ilumine no sólo delante, sino también a derecha y a izquierda. Este valor viene marcado por la amplitud focal (ángulo de apertura). Hay frontales cuya amplitud focal es fija, y otros que en la óptica llevan una rosca para regularla.
Por último, ten presente que el alcance de tu frontal estará directamente relacionado con su potencia (lúmenes) y la dispersión de su haz de luz. Un frontal de 400 lm con un ángulo de apertura normal (haz mixto), puede alcanzar los 70 m.
3.- Resistencia del frontal y duración de las pilas/baterías
Una forma de saber cómo de resistente es un frontal, es fijarse en su grado de protección IP.
En las características del frontal , podrás leer dos cifras tras las siglas IP. La primera de ellas hace referencia a su protección frente a elementos sólidos (polvo, gravilla, etc…), y su valor máximo de protección es 6, y la segunda cifra se refiere su resistencia a la inmersión en agua (donde 0 significa que no tiene protección y 8 que puede soportar una inmersión prolongada).
Por otro lado, un factor importantísimo es la duración de las pilas o baterías del frontal. Debes fijarte siempre en la duración máxima en rendimiento óptimo (es decir, si tiene tres posiciones, la duración para la posición intermedia). Lo recomendable es que duren de 8 h. a 16 h. como mínimo.
4.- Comodidad y facilidad de uso
Algo que resulta también muy interesante es elegir un frontal cuya luz se acerque más al espectro de la luz natural, de este modo te fatigarás mucho menos la vista cuando lo estés usando. Por ello, si puedes elegir, elige luz cálida.
Por otro lado, al margen del botón de encendido, muchos frontales cuentan con elementos móviles que has de poder manejar con soltura: haz de luz regulable, filtros para cambiar el color de la luz, botones para cambiar modos de luz (parpadeo, emergencia, intensidad), etc… Cada uno de esos controles deben ser fáciles de accionar con el frontal puesto.
Los tres mandamientos
Es fundamental que los elementos de seguridad que llevamos a nuestras excursiones estén siempre en perfectas condiciones de uso. Por ello, antes de salir a la montaña deberás comprobar:
- Que el frontal funciona y da suficiente luz.
- Llevar pilas de repuesto.
Y durante su uso:
- No mirar directamente a la cara de tus compañeros con el frontal encendido, y si lo haces, pon la mano delante o desvía la luz para no deslumbrarlos (a mí es una cosa que me fastidia bastante).
Otros usos
El frontal, además de iluminar nuestro camino, puede ser un elemento para pedir auxilio mediante el envío de señales luminosas (te recomiendo que leas cómo pedir auxilio en montaña o telecomunicaciones en montaña).
Si al final has de pasar la noche definitivamente en la montaña y estás preparando tu vivac de fortuna, es muy interesante fijar su posición, para lo que te vendrá bien tener un frontal a mano y usarlo de baliza luminosa, y así que tus compañeros sepan dónde te encuentras.
Por último, con tu frontal y una botella de agua transparente o translucida, puedes elaborar una lámpara de campamento. Es muy sencillo, sólo tienes que rodear la botella con la cinta de tu frontal y hacer que la luz incida en el envase. El agua de la botella se encargará de dispersar el haz de luz y crear así una iluminación ambiente.
Ahora ya sé que nunca volverás a salir a la montaña sin tu frontal, y aunque te llames Carol Anne, tus amigos jamás te dirán aquello de «camina hacia la luz«, aunque si te pasas y te haces con uno demasiado grande, no te aseguro que no te canten el «Soy minero» de Antonio Molina.
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