Revista América Latina
Acá estoy, usted ha venido por mis seres más queridos, ha atrapado a mis hijos, a mi esposa, aun mismo a mis padres y a muchos de mis amigos o conocidos.
Estos días han sido bastante atribulados para mí, tengo que confesarle que desde mis años mozos por allá en los años 80, no me trasnochaba tanto. Su presencia me lo ha requerido. Tener que lidiar con mi hijo a fiebre de 42 ºC no es fácil, de hecho pasar toda la noche colocándole paños humedecidos en agua para aliviarle la fiebre es sin duda algo maravilloso. Me hizo recordar también cuando este casi hombre de 16 años de edad y 1,75 mts de altura tenía sólo 3 ó 4 años de edad yo le colocaba los pañitos de agua para aliviarle la fiebre, pero que gracias a la medicinas que en eso tiempos de los 90 se conseguían, la cosa pasaba rápido.
Ahora no, como profesor de geografía e historia (y viceversa) me he recorrido cual si fuera Bear Grills, los 4 puntos cardinales y los 4 intercardinales para conseguir una simple caja de pastillas de Acetaminofen. Pero no lo he logrado. He hecho cuanto remedio casero me han sugerido, bebidas que jamás en mi mediana vida imaginaba y para nada….Las rosetas permanecen pegadas a la piel de mis hijos cual si fueran sanguijuelas. Hoja de mango, canela, limoncillo, agua de coco, tomate de palo, guayaba, pimentón, jugo de naranja, semeruco, pata de gallina, y pare usted de contar, me he vuelto un gran yerbatero a tal punto que me considero capaz de recetar a cualquiera según la dolencia que tenga.
Algo si le digo, gracias a usted mi relación con Dios se ha vuelto más sublime y tierna, ahora me siento más espiritual y con la fuerza para esperar su llegada a mi cuerpo como esperaba Pedro, Pablo o Juan su muerte por creer en Jesús. Ya no me asusta, aunque me gustaría ser el único ser que tenga los anticuerpos para combatirla y que sacaran de mi el antídoto para lograr la vacuna final para sus derrota. Así saldría en CNN, y Maduro diría que mi sangre le dio una victoria en medio de tantas vicisitudes a la revolución.
Señora Chikun, se que usted no descansará hasta vernos a todos bajo su influencia. Pero permítame decirle que por favor no sólo golpee al pueblo, a los indefensos, dele su toque a los políticos que se la pasan negándola, a los que no niegan las medicinas o la fumigación a las urbanizaciones y barrios, a los revendedores del jabón, la leche, pañales y champú que parecen inmunes a toda epidemia.