Señora, ¿su nene no tendrá frío?

Caminando por la calle, me suele pasar que señoras de distintas edades opinan sobre mi hija y llegan a conclusiones insólitas e irrefutables

Hace poco, para caminar con la pequeña en un día de pleno sol, la niña decidió salir con botas de lluvia –la de los corazones rosa– y la campera que le pasó su hermano mayor (de Spiderman, claro). Con mi criterio de mamá y considerando que íbamos a dos cuadras, salimos las dos felices a la aventura.

La princesita estaba feliz en su atuendo, pero se ve que la gente en la calle no tanto. Me dijeron frases como: “Señora, ¿no le parece que su hija está muy abrigada?” y “¿pero esas botas no le quedan muy grandes?”. Ya con la cuarta, la culpa no llega a mi corazón. La bronca tiende a disiparse en cuestión de segundos y respondo, con una cuasi sonrisa en mis labios, “no, ella está bien, no se preocupe”.

Algo que todavía no hice es ir por ahí juzgando a los hijos de la gente que camina por la calle. Desde el “debe llorar porque tiene hambre” al “pobrecito, yo le doy el caramelo”, hay de todo un poco. No creo que sean comentarios con mala intención, pero por qué será tan difícil no opinar de lo que definitivamente no se sabe.

Esa señora que opina no conoce nada de nuestra vida, la relación con nuestros hijos, el por qué llegamos a ese momento exacto de la forma en que lo hicimos. ¿Se imaginarán acaso que nosotras que estamos a cargo de esa criatura no estamos atentas? ¿Nos verán tan desbordadas que sus corazones les exigen intervenir?

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