Repitió la frase, miró fijo el cielo que lo tapaba y sintió que algo adentro suyo se rompía. Miró a su alrededor y vió a sus pares mufados por un partido que ya era historia, pero para él no era la única historia. No atinó a dar pasos firmes hacia la salida, por que sabia que esa salida lo iba a llevara un lugar mucho más vacío que un estadio sin gente, era peor que un resultado lo que cosechaba o lo que le quedaba esa noche.
Como todos los que fuimos alguna vez a una cancha, él también llevaba su mochila, la de la noche anterior, la de sus últimos meses o la de toda su perra vida. Y es ahí, donde sin derecho real pero por decantación terminan las realidades más o menos miserables, según el caso, de cada uno. La tribuna termina siendo una suerte de cloaca emocional y por ahí todo va… Alegría, tristeza, guita, minas, amigos que se van, laburo…todo se va por ahí. En cada aliento, en cada grito desaforado. Cuando uno anda en la mala es probable que hasta suene creíble el menos pintado cuando grita que al de enfrente hay que “cagarlo a tiros” cuando en la mayoría de los casos desearían tirotear a su fortuna.
Y andaba el tipo, frustrado y roto. Su alma en pena no merecía un desprecio semejante de la diosa pelota o de la diosa fortuna.
La noche anterior le había prometido a su novia de siempre que de una vez iban asentarse a hablar, arreglar las cosas “que se yo” le dijo, enderezar la relación “no sé”. La flaca lo había advertido “si te vas no vuelvas”. Él le entregó su sinceridad y su credibilidad igual que el dos nuestro le entregó el gol a los pingüinos esos cuando quedaba nada para que terminara el partido.
Comenzó a caminar lento hacia los micros, seriamos doscientos, quinientos desgraciados los que teníamos que cruzar ocho horas de ruta nocturna para volver a casa. Ya era muy tarde y había perdido mal. Se dió cuenta que mucho más que un partido.
En el micro de vuelta hubo postre y arenga de Termidor “Señoooresss dejooo todo!!! Me voy a ver al…” Él ni llegó a nombrar a su equipo que se le anudo la gola. Se hizo bien el boludo y tosió para caretear el lagrimón. Pensó en todo lo que había dejado y todo lo que había perdido. Y entendió algo después de mucho tiempo.
Que había dejado todo de verdad y se sintió peor.