Señoritos
Cartel de la película “Cómo está el servicio”.
Debo estar en la inopia o haberme caído de un guindo recientemente. O no recientemente. El caso es que hay cosas que forman parte de nuestra realidad y no nos damos cuenta… hasta que las vemos. El otro día tuve que ir a hacer unos recados a un barrio al que no suelo ir. Notaba algo diferente. Miraba a mi alrededor y había algo extraño, rancio y desagradable (perdonen, pero esa era la sensación). Y entonces lo vi. Vi a una señora con un uniforme… (al principio me pregunté, “¿Pero qué carajo…?”). Era un uniforme de criada. Imagino que ahora no se usa esa palabra: “criada”. Ahora será personal de servicio (o vaya usted a saber). La señora de uniforme paseaba a un perro. Vestida con el uniforme. Por la calle…
Podrán darme un millón de argumentos para intentar justificar que una persona que sale a la calle tenga que llevar una ropa distintiva que defina claramente cuál es su trabajo. Más cuando alrededor pululan mercedes y bemeuves de los que entran y salen chavales de uniforme (pero me dirán que este uniforme evoca otras cosas, ¿verdad?) y alguna que otra doña con abrigo caro.
Más tarde fui fijándome en los portales. Los porteros también llevaban uniforme, con alguna insignia o marca para distinguirlos de otro tipo de trajes.
No vaya ser que los confundan con señoritos.