Se buscó en el fondo de
sus zapatos y no se encontró.
Notó con angustia que por
los dos botones desprendidos de su camisa, no alcanzaba a percibir los latidos
de su corazón y que el cofre diminuto que debiera estar allí conteniendo
su alma, había también desaparecido.
Quiere decir entonces que
estoy......?¡.
Ni se atrevió a mencionarlo
y buscó encontrar en la calle las respuestas que le quitaran ese miedo que poco
a poco comenzaba a asfixiarlo.
La calle estaba igual que
ayer, que siempre.
Gentes iban y volvían en
una peregrinación en la que cada cual parecía encapsulado en su micro mundo.
En aquella confitería dos
mujeres jóvenes se tomaban de las manos y se dedicaban mutuamente ardientes
miradas; más allá dos hombres jóvenes también se besaban desinhibida o
desfachatadamente sin importarles nada del entorno.
Vio un anciano caminar lentamente
y antes que pudiera preguntarle sobre el porqué de esa extraña sensación, el
hombre viejo se adelantó y le dijo: Yo me siento igual.
Se volvió hacia una mujer
que se acercaba y ésta anticipándose
murmuró: A mí me pasa lo mismo.
Una palabra pareció
amplificarse en el ambiente a través de mudas voces, que brotaban de la boca de
todos aquellos rostros desconocidos: vacío, vacío, vacío.
Comenzó a correr
desesperado pero por más que se alejara la escena continuaba siendo la misma y
entonces no tuvo más remedio que aceptar que así están las cosas aquí y ahora.
Así de simple.