Hoy toca divagar un poco.
Durante estos últimos días he tenido numerosas sensaciones encontradas. Por un lado, la alegría de volver a publicar la décima novela (casi las cuento como las Copas de Europa de fútbol, jejeje), y ser consciente de lo mucho que aún queda como mejora tanto como escritor como para todo lo demás. Por otro lado, te sientes algo desconcertado cuando compruebas que cada día el mundo de la autopublicación es más complicado. Ahora la tendencia que ha marcado los últimos años se ha invertido: el lector busca más ediciones en papel, lo cual significa que el mercado para los independientes va cambiando ligeramente. Compruebas que las editoriales han reaccionado ante el nuevo panorama que nos ocupa (algunas inteligentemente, otras de manera tirana con sus colaboradores), lo cual le añade mucho más aliciente al mundo en el que nos encontramos.
He mantenido algunas conversaciones con lectores (creo que no se habían dado cuenta de que soy escritor), en las que se me ha caído el alma a los pies, pues aún siguen pensando que piratear las novelas es lícito, amparándose en la cantidad de libros que leen al mes y su limitada capacidad adquisitiva. Es injusto, pues en la mayoría de los casos son lectores que yo denomino “egoistas”. Consiguen la novela por medios ilegales, en algunos casos ni siquiera se la leen, y en el supuesto de que se la lean y les guste, no se detienen un instante para hablar de ella. Es decir: que además de que te roban muchas horas de trabajo, ni siquiera lo agradecen.
Por otra parte, reconozco que he encontrado a lectores completamente diferentes a los anteriores: no solo se han leído tu novela, es que además la recomiendan y hablan de ella en los diferentes foros. Uno de ellos, en un foro de fantasía, no consideraba desproporcionado el precio de mi recopilatorio de cuatro novelas de fantasía “El Mundo de las Sombras”, pues opinaba que pagar 8 euros por cuatro novelas era una buena inversión para el lector. Y me consta que los ha pagado. Es para quitarse el sombrero. Además animaba a los demás compañeros de foro a leerla, de manera que casi me emocioné cuando lo leí.
Yo soy un lector generoso: soy un apasionado de, entre muchos otros autores, Eduardo Mendoza. Y siempre regalo un libro, en este caso su genial “El asombroso viaje de Pomponio Flato”. Opino sobre ésta y otras novelas tanto en foros como en plataformas sociales, procuro regalarlas y admiro y respeto a su autor, un genio. Creo que he debido comprar esta novela más de una docena de veces, y nunca tengo un ejemplar en casa: lo regalo siempre que puedo. Sin importar si es por un cumpleaños, aniversario, boda, bautizo (para los padres, claro…) o incluso una simple visita a mi casa.
En fin. No prosigo con mis divagaciones, que el lector no tiene derecho a ser víctima de ellas, jejeje. Sensaciones encontradas, pues: lectores egoistas, lectores generosos. El formato papel que cobra fuerza. ¿A dónde llegaremos en esta aventura?