Los abuelos son la conexión real con la vida que tienen los niños. Su experiencia vital, su historia, y su realidad actual como personas mayores – con sus achaques y problemas de salud – muestran a nuestros hijos que la realidad de las personas de su entorno va mucho más allá de lo que viven ellos.
Los abuelos son para los niños una fuente de ternura y cariño.
Además, les enseñan lo que es la paciencia y la confianza. Por eso, los pequeños se sienten seguros cuando están con ellos, y buscan su compañía.
Además, los abuelos son una fuente inagotable de historias para sus nietos, cuya imaginación se siente inevitablemente atraída por todo lo que les explican de sus vivencias de juventud.
Igualmente, también despiertan en los niños el gusto por las tradiciones familiares, como los platos de comida de la abuela, o el amor por el pueblo que los ha visto nacer.
Incluso los abuelos crean con sus nietos una relación de confianza que los pequeños no tienen con sus padres, y acaban convirtiéndose en sus ‘colegas’ a la hora de hacerles confidencias.
Los abuelos canguro
De todo lo dicho hasta ahora, podemos deducir que los abuelos son una parte importante de la vida y el desarrollo emocional de sus nietos. Por lo tanto, debemos evitar usarlos como ‘canguros’, la tendencia más actual entre los padres de hoy en día, que necesitan que les ayuden para recogerlos en la escuela, llevarlos a actividades extraescolares, o mil cosas más.
Los abuelos tienen que dejar de ser el recurso de la familia, y sus hijos y nietos deben verlos como una fuente de amor y cariño, con su propia vida y necesidades emocionales. Precisamente por su edad, debemos respetarlos como personas, ofreciéndoles un puesto dentro de la familia, y valorando la aportación emocional que hacen a sus nietos, y que nosotros como padres no podemos igualar.
La enfermedad y la muerte de los abuelos
Evidentemente, los abuelos llega un momento en que enferman y mueren, por ley de vida. A muchos padres les asusta tener que explicar a sus hijos esta realidad desagradable, con lo que optan por evitar que los niños se relacionen con los ancianos en esta fase de su vida. Y, por supuesto, incluso les prohíben asistir a su entierro.
Lo hacen con la intención de protegerlos del sufrimiento que implica la pérdida de un ser querido, pero no hay nada más erróneo que esto. Según los expertos en educación, los ancianos necesitan el apoyo de su familia en los momentos en que su cuerpo empieza a fallar, y los niños pueden aprender mucho de ellos y sus circunstancias. Pero no solo eso: también los pequeños deben pasar por el proceso natural de despedirse de ellos, y enterrarlos.
Es evidente que la edad de los niños puede dificultar que entiendan ciertas cosas del proceso de envejecimiento y enfermedad de sus abuelos, por lo que es importante que sus padres les ayuden a pasar por este trance, haciéndoles entender con palabras a su nivel la situación por la que está pasando el anciano y, sobretodo, que la muerte y el dolor son parte de la vida.