Me gusta levantarme muy temprano, cuando todo el mundo está dormido. La casa y la calle en silencio. Me aseo y arreglo (una ya no va teniendo mucho arreglo, jajaja) tranquilamente y, sobre todo, desayuno por espacio de media hora. Suelo hacerlo viendo la televisión, a esas horas reponen callejeros viajeros. Esta mañana he estado en las Islas Maldivas, un paraíso. Mientras disfruto del reportaje, paladeo las tostadas con mermelada (sin azúcar, por aquello del arreglo :-)) y me deleito con el sabor del zumo y el café con leche, que completo con unas semillas de avena y sésamo.
Pero, además, esta mañana he experimentado un nuevo pequeño placer: mientras reposaba el desayuno, he sentido mis pies descalzos dentro de las cómodas zapatillas de estar en casa (¡Qué nombre más adecuado!) y he dado las gracias por su confortabilidad y calor.Parecerá una simpleza, pero nunca había agradecido su utilidad. Sólo hay que pararse, en diversos momentos a lo largo del día, y sentir.