Para sentirme vivo he tenido que meterme en el club de la lucha. Recibir golpes y darlos. He robado delante de la policía para que me persigan. Me he drogado buscando el gran viaje. Adrenalina. Me he subido a la cornisa de un edificio y me mirado hacia abajo. He acelerado como estuviera pegado el acelerador al suelo. Me he bañado en pelotas en agua helada. En definitiva, he estado intentando demostrar que no estoy muerto y saber si realmente estoy vivo porque en ocasiones de verdad que lo dudo. Me peso todos los días para saber si he perdido 21 gramos. Y si a veces es difícil diferenciar lo vivido en un sueño de la realidad, quien me dice que lo que estoy escribiendo no pertenece a un sueño en plena fase REM.
Seguro que todo esto solo sea una gilipolles. Seguro que estoy vivo, seguro. Aunque esto suena un poco a psicofonía...