Hablaré de una de mis últimas lecturas: “Alma primitiva”, del destacado sociólogo, filósofo, antropólogo e historiador francés Lucien Levy-Bruhl (1857-1939). Hay una idea principal en el libro sobre cuya complejidad el mismo autor avisa, puesto que “resulta aquí muy difícil colocarse en el punto de vista de la mentalidad primitiva”. Según los hombres de las culturas arcaicas, dice también, “todos los animales de cada especie tienen un hermano mayor que es como el príncipe y como el origen de todos los individuos, y este hermano mayor es maravillosamente grande y poderoso”. Respecto de él, los animales ordinarios son considerados simplemente “jóvenes”. Cada especie tiene un hermano mayor, genio o arquetipo; todos ellos vendrían a ser, a su vez, “animales jóvenes” frente a Manitú (Dios), que sería el hermano mayor, y a su vez origen, de todas las bestias. También pasa algo parecido con los humanos y con las especies vegetales.
A las personas civilizadas nos resulta difícil entender el modo de pensar de los hombres primitivos, porque nosotros llegaríamos a esa idea del genio, esencia o arquetipo del grupo partiendo de los individuos concretos, y abstrayéndonos desde allí; es decir, que nosotros funcionamos mentalmente primero observando en la realidad diferentes ejemplares de animales, y a partir de ellos, a partir de los hechos concretos, generamos la idea abstracta, el concepto, el arquetipo. Los primitivos, sin embargo, hacen lo contrario: parten de lo que nosotros llamaríamos idea abstracta (el ser superior, el genio de la especie, el “hermano mayor”), y consideran que de él nacen los seres concretos e individuales, que no son sino manifestaciones o apariencias de aquel ser primordial. Algo así como la idea platónica, que sería la única auténtica y real, mientras que las realidades concretas e individuales serían manifestaciones o apariencias de aquella otra esencial. Por ello decía Mircea Eliade que “Platón podría ser considerado (…) como el filósofo por excelencia de la ‘mentalidad primitiva’ ”.
Difícil de entender, efectivamente, este modo de pensar: ¿cómo puede disponerse de la idea de un ser general, matriz de los seres concretos, si no es extrayéndola de la visión previa de esos seres concretos, y elevándose después, por abstracción, hacia el concepto general, hacia el arquetipo…? Atascado en estas deliberaciones andaba yo cuando la simple lectura de las noticias en la prensa ha venido en mi ayuda. Leo en el editorial de El País del 9 de noviembre: “Nunca como ahora los ciudadanos catalanes se habían visto constreñidos en tal grado al inconveniente cruce entre un soberanismo improvisado y el neocentralismo asfixiante, que reduce su personalidad lingüística, las atribuciones de su autogobierno y los mandatos de un trato inversor equitativo del Estado”. ¿“Soberanismo improvisado”, cuando desde los comienzos de la inmersión lingüística de Pujol, hace treinta años, esto se veía venir para todo aquel que quisiera mirar? ¿“Neocentralismo asfixiante” un régimen que a lo largo de esos mismos treinta años ha provocado que el gobierno central esté permanentemente mediatizado en sus decisiones por las minorías nacionalistas? ¿“Que reduce (la) personalidad lingüística” de los catalanes, cuando lo que resulta imposible de encontrar en toda Cataluña es un colegio en el que poder escolarizar a los niños en el idioma común de todos los españoles y cuando los rótulos que los comerciantes puedan hacer en ese mismo idioma (no, por ejemplo, en inglés) están castigados con severas multas? ¿Qué reduce “las atribuciones de su autogobierno”, cuando el número de competencias entregadas por el estado a la Generalidad catalana, especialmente después del malhadado estatuto de autonomía de 2006, ha dejado aquella región al borde mismo de la independencia? ¿Que no es “equitativo el trato inversor del estado”? Efectivamente, así es por esta vez: incluso aceptando lo inaceptable (que quienes tributan son los territorios, no las personas), mientras Madrid recauda 66.000 millones de euros y recibe del estado a cambio 11.000, Cataluña recauda 27.000 y a cambio recibe 15.700… Pero parece que las conclusiones del editorialista de El País querían ir por otro lado.
En fin, ¿cómo entender que El País llegue a ese enunciado máximo, que, por otra parte, viene a ser la consigna más manoseada por nuestros nacionalistas, según el cual la región catalana está sometida a un “neocentralismo asfixiante” cuando la realidad, los hechos concretos, contradicen tan palmariamente ese presupuesto? Levy-Bruhl nos da la clave: las mentes primitivas funcionan teniendo un principio, una idea previa, un genio de la lámpara que está por encima de la realidad, la cual habrá de ser algo subordinado a aquel prejuicio. Los datos de la experiencia son animálculos jóvenes, que todavía no han aprendido a someterse a los dictados de quienes se encargan de emitir la doctrina verdadera. Las mentes primitivas sólo saben encajar en los presupuestos del totalitarismo, según los cuales, lo que debe de ser creído es lo que emana del orwelliano Ministerio de la Verdad, no lo que nos dictan nuestros engañosos ojos.
¡Y pensar que esos funcionarios mediáticos del Ministerio de la Verdad han sido los inspiradores directos de la política de los gobiernos socialistas y tienen una gran influencia sobre los del PP…! ¿Estaremos llegando ya a 1984?