Revista Cultura y Ocio

Septiembre

Por Calvodemora

Tienen a veces las cosas un modo peculiar de concurrir delante de uno. No se sabe si a los demás se les presentarán con idéntico aspecto, pero no se duda de la asombrosa y agradecible variedad de formatos que la vida rinde para que la exprimamos a conciencia. Empieza un nuevo curso escolar y vienen las mismas preguntas que formulamos el curso anterior. Como si no se les hubiese aplicado una respuesta y siguiesen ahí, a la espera de que les hagamos casos, y las cerremos. A lo mejor están mejor abiertas. Septiembre es hermoso, a su manera. Hermosean las ferias de pueblo, acarrean la repetida riada de gente que busca en el festejo un alivio a los males que les persiguen.  No hay quien no tenga un par de males en propiedad. Incluso quien se pavonea de los suyos, a los que ya profesa un afecto antiguo y a los que, en ocasiones, planta cara, convencido de que no se va a librar de ellos, íntimamente en posesión de una romántica idea del sufrimiento, al modo en que la tenían mis mayores. Gente que entiendo a medias o no entiendo nada, pero ninguna de esas impresiones mías posee importancia alguna. Normalmente disfruto más, en cierto modo, con la gente que no entiendo. No las querría en la familia o en el círculo de buenos amigos, pero animan golosamente los bares y te salvan una noche mediocre. De la gente extraordiaria, de la que se inclina al extravío, depende que el mundo, al menos el mundo creativo, el lírico, gire. Los otros, los cuadriculados, hacen de público. Bendito público, por otra parte. Quizá no hagan que el mundo gire, pero hacen que brille. O es al revés. Quizá el trabajo consiste en que ambas anomalías, la de crear y la de apreciar la creacióm, sean en el fondo la misma mágica cosa. Septiembre es hermoso. Todos los cambios de estación lo son. Me alivia pensar que con el cambio de atuendo, con la rutina de sacar las prendas de abrigo y de desenchufar los ventiladores, vendrá también un cambio adentro. Que el tiempo, el atmosférico, gobierna las costumbres de un modo que no apreciamos. Yo, en los años que llevo de trato conmigo, cuarenta y siete, siempre he disfrutado de este mes. Que el funk clásico, de élite, de la Earth, Wind and Fire os conduzcan por el sendero de la armonía y de la paz interior. Que hagan que se muevan los pies es otra opción formidable. He dicho.

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