Por Liz Martínez Vivero/Tomado de CubaSi
Ha llegado otra vez septiembre, el advenimiento del noveno mes del calendario tiene desde mucho antes una connotación especial para la familia cubana. Supone en primerísima instancia un reto pero al mismo tiempo una preciosa y nueva oportunidad. Los padres, agotados desde antes por las intensas vacaciones escolares, se estrenan ahora en los repasos de distintas materias de las que apenas recuerdan detalles, pero una buena “repasadita” al libro de texto resolverá cualquier dilema matemático o de lengua española. Se disfrazarán también de artistas para cumplir con el reto de la educación plástica. Días antes de este comienzo, agotadoras horas en las tiendas habilitadas para comprar los uniformes garantizan el lugar óptimo en la cola pero no son responsables porque aparezca la talla correcta. Después de esa compra, abuelas-magas costureras tendrán a su cargo dobladillos, mediciones e hilvanes.Mochila, bolso, zapatos, forros y otros accesorios complementan la búsqueda acorde a los salarios. Es preciso que nada falte pero aparentemente resulta incluso más importante no quedar por debajo de las posibilidades del vecino y esto bajo el pretexto de que su hijo merece lo mejor. Nadie lo pone en la tela de juicio pero no por esas razones triviales sino por aquellas distintivas entre las mayorías, llamadas características de la personalidad o valores cimentados en su formación y absoluta responsabilidad de padres tanto como de la escuela.
Y es que aparentemente los adultos hemos extraviado convicciones y asuntos más medulares. ¿Cuándo fue que la calidad de la merienda superó al compañerismo? ¿En qué instante tener los mejores zapatos resultó de más realce que sacar buenas notas y ayudar en los círculos de estudio a aquellos con algunas dificultades? Las familias, no todas, han perdido el buen tino de acompañar a la escuela en la forja del hombre del mañana: honesto, disciplinado y generoso.Inmersos ya en el último trimestre de 2016 en todas partes de la geografía nacional se sigue buscando un culpable de tantos olvidos in-voluntarios. La premura con que se vive actualmente consume las mejores horas (¿cuáles?), apropiadas para el diálogo diáfano y sincero entre padres y estudiantes, entre maestros y alumnos. Otros lo apuntan en la hoja de responsabilidades que carga el Período Especial. En los 90 Cuba asistió a la pérdida de muchos productos de primera necesidad, es cierto, pero el ingenio y la chispa del cubano pusieron manos a la obra sin daños a terceros. Los valores son ornato individual, nada tiene el derecho ni la oportunidad de arrebatárnoslos.
Aquí está otra vez septiembre, se han abierto nuevamente las aulas para un millón 700 mil alumnos aproximadamente. La cifra pudiera significar que más o menos un millar de familias cubanas se ponen en función de lo que comienza y en los pequeños retoños ven la oportunidad preciosa de ser mejores en otra piel y en diferentes zapatos. No dependerá de uno solo y la tarea de formar a los hombres del mañana, eso sí, es menos compleja que los problemas geométricos o los análisis gramaticales.
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