Septiembre aerodinámico

Algunos días cuando suena el despertador me desvelo con la niebla agarrada a mis pestañas recordando aquel día en el que tu escote me hizo olvidar los amaneceres tristes. No sé cómo hiciste para conseguir que no le hiciese preguntas al viento. Existen otros días en los que suena el despertar y la lluvia viene a recordarme lo bonita que puede ser la nostalgia y me levanto pensando que todavía estás a mi lado, hasta que vuelvo a la vida y recuerdo que lo único que había de cierto era el recuerdo de la lluvia cayendo por la ventana en la que tanto te gustaba dibujar nuestros cuerpos, cuando después de hacer el amor, observabas las ventanas cubiertas de vapor. Y echo de menos no decir nada y decirlo todo, llegar hasta la curva de tus caderas sintiendo tu sonrisa pidiéndome un beso.
A estas alturas lamento el no estar disponible, el no puedo pero quiero, el desear tropezar contigo en cada esquina pero esquivarte al final, el haber pasado algún minuto sin besar la comisura de tus labios. Lamento seguir temblando al verte en otros brazos y que a lo largo del día sonrías más que cuando estabas a mi lado, lamento lamentarme cuando ya no volverás a perderte en mi pecho.
Estos días han sido como cuando quieres correr y las piernas no te responden, como cuando tienes una nota en la mesilla que pone: "Siempre existe un motivo para sonreír" y con un pintalabios rojo dibujas con fuerza una sonrisa. Como cuando intentas olvidar aquello que hace bonita la vida pero tienes su sonrisa de tono de llamada, como cuando sentía las lágrimas saladas rodando por sus mejillas y me preguntaba si podría existir alguna tristeza más bonita.
No sé diferenciar entre felicidad y tristeza, observo tu mirada oculta en a saber cuántos secretos y anhelo volver a tus brazos para responder las dudas encubiertas en tus pestañas.