El próximo día 18 de junio, este blog cumple siete años.
Dicen que siete años, en términos blogueros, es mucho tiempo, pero a mí no me lo parece. En realidad no me parece ni mucho ni poco, porque desde el primer momento el blog se convirtió para mí en algo natural, algo que forma parte de mis hábitos, de mi forma de vida, y por lo tanto no lo considero como algo que perdura sino algo que simplemente es.
Pero es cierto que en siete años, y en uno sólo, da tiempo a que pasen muchas cosas en la vida de una persona, y a que haya cambios, circunstancias, azares y eventualidades de todo tipo, externos e interiores, que impidan al bloguero mantener su actividad o que lo lleven a decidir que es hora de dejarlo. También dicen que muchos blogs quedan inactivos y abandonados por falta de motivación de sus autores, y que una de las razones de desmotivación es la ausencia de comentarios, lo que normalmente se interpreta como una constatación de que el blog no tiene lectores. No tiene por qué ser así, claro: hay muchos lectores que visitan determinados blogs de manera habitual aunque nunca dejen comentarios. Pero es verdad que el no recibir opiniones, el no saber si el blog gusta o no gusta, si lo que uno escribe interesa o no a alguien, puede hacer que el bloguero se sienta como un náufrago solitario que arroja sus mensajes al mar, sin saber si llegarán a alguien o si quedarán perdidos para siempre, flotando en el oleaje infinito.Además sucede que el fenómeno blog, en general, como forma de comunicación, está perdiendo vitalidad, y en este proceso de debilitamiento tiene mucho que ver el hecho de que muchos blogueros y lectores han acudido a la llamada de otras formas de comunicación, más dinámicas, más livianas, y que requieren menos dedicación,como Facebook y Twitter, que tan adecuadas resultan para la era de la inmediatez y la velocidad.