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Ser alcalde, ser poeta, ser un hijueputa ("Mi hermano el alcalde")

Publicado el 04 diciembre 2013 por Libelulalibros

En 1904, Jules Renard fue elegido alcalde de Chitry. Escribió en su diario: “Como alcalde, soy responsable del mantenimiento de las carreteras rurales. Como poeta, preferiría que las descuidaran”. Fernando Vallejo nos recuerda en cada página que esto es un desastre, un circo con final de tragedia, un nido de ladrones y asesinos y mal gusto; que la democracia sólo sirve para refrendar los errores mayoritarios; que el peor error es querer salvar a nadie; que no hay forma, no hay salida ni escapatoria… 

En una semblanza de su amigo Roberto Arlt, Onetti dijo que afortunadamente ninguno de quienes critican la obra del argentino porque está mal escrita, podrá nunca acercarse a lo que Arlt logró. Hablando de uno de esos críticos, dice que tiene razón. Y agrega: “Pero siempre hay compensaciones. [Ese crítico] No nos dirá nunca, de manera torpe, genial y convincente, que nacer significa la aceptación de un pacto monstruoso y que, sin embargo, estar vivo es la única verdadera maravilla posible. Y tampoco nos dirá que, absurdamente, más vale persistir”. Desde los rusos, desde Arlt, desde Céline, nadie nos había contado la catástrofe con tal maestría que aunque nuestro lado sentimental y fofo quiera cerrar los ojos, aquella parte de nosotros que no nos deja desviar la mirada cuando el ciego nos cuenta la muerte de Héctor a manos de Aquiles, nos deja fijos en la página, siguiendo la historia como si nos arrastrara un río, aterrados y fascinados. Uno siente culpa, como una resaca moral, por disfrutar tanto estos libros, por pensar por momentos que gracias a Dios tuvimos el narcotráfico y los políticos y toda la mierda que hemos tenido porque de otro modo no tendríamos los libros de Vallejo. Uno no se salva.


Pablo Arango –el malo. Libélula Libros

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